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Lo bueno del 2020

En mi última columna del año, no quiero hablar con amargura del 2020. Mientras otros instan a darle carpetazo, a empezar ya el nuevo 2021 como si de verdad hubiera una rotura espacio temporal entre este año y el que viene, yo les animo a recordar. Recordemos que fue el año en que las personas mayores, a las que habíamos borrado de la vida pública, volvieron a nuestros corazones (aunque costó miles y miles de muertos), y ahora son los primeros que se vacunarán. Porque son fundamentales, porque son nuestra memoria, nuestros padres y nuestras madres, nuestros abuelos. Recordemos que hubo momentos, durante el confinamiento duro, en que recuperamos el contacto con amigos y familiares para los que antes no teníamos tiempo. Recordemos que volvimos a leer, ese placer olvidado, y que las librerías volvieron a llenarse de gente hojeando volúmenes. Recordemos que vivimos un logro monumental en la medicina, al desarrollar no una, sino varias vacunas diferentes en un tiempo récord. Recordemos la poca importancia que les dábamos a los bares, y cómo nos hemos dado cuenta de que eran parte fundamental de nuestra vida (y digo bar, digo cafetería, digo discoteca). Recordemos que, confinados en nuestra ciudad, hemos vuelto a pasear. Las cosas negativas son innumerables, y la primera son las miles de muertes, desde luego.

Pero yo prefiero afrontar lo que viene con ánimo constructivo, porque les digo una cosa: lo mismo nos va a dar. El que se preocupa por adelantado, se preocupa dos veces si se cumplen sus malos augurios.

Así que les deseo una feliz Navidad, y sobre todo, les deseo que sean muy prudentes y cumplan las normas. Ustedes no son una excepción, y su mal comportamiento puede costar vidas.

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