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Desde mi rincón

María Jesús Ruiz

Vacunas e indecencia

Pfizer y AstraZeneca son las dos empresas que han llegado primero en la carrera por la comercialización de la vacuna contra la covid-19, al menos en el marco de las que la Unión Europea contempla. Resulta que esta semana nos hemos tenido que tragar que estas compañías han decidido campar a sus anchas y subastar latan esperada pócima al mejor postor. Los países ricos contra los menos ricos. Porque de los pobres mejor ni hablar. Ni la tienen ni la esperan. Dicen que son las reglas del sistema, las de la economía. Yo me pregunto qué tipo de civilización es esta en la que la vida se compra con dinero. Sinceramente una pandemia de estas magnitudes debería de abordarse como una cuestión humanitaria global y no como un negocio. Pero no nos vayamos tan lejos, altos cargos políticos, militares y, cómo no, eclesiásticos, una vez más creyéndose superiores a cualquiera de nosotros, se han pasado el plan nacional de vacunación por el mismísimo Arco del Triunfo. Pero bueno, ¡qué se habrán creído! Sepan ustedes que desde sus despachos aislados, ventilados e incluso desde su posibilidad de teletrabajo no son más importantes para nuestra sociedad ni para nuestro país que los mayores que viven expuestos a una letalidad galopante y gracias a cuyo trabajo hemos alcanzado el bienestar del que hemos disfrutado en las últimas décadas. Ni a sus cuidadores, tampoco al personal de hospitales y centros de salud y ni de lejos a transportistas, reponedores, cajeras, repartidores y ni tan siquiera a sus subordinados, los soldados rasos que se han dedicado a desinfectar residencias y trasladar muertos. Tantos y tantos profesionales que durante los momentos más duros que nos está haciendo vivir esta pandemia se han expuesto para que estuviéramos atendidos y abastecidos.

De comer a parte también podemos echar a los malos gestores y coordinadores, aquellos que sabiendo con cuantas dosis contaban han sido incapaces de organizar una sesión de vacunación, y como les sobraba un culín han llamado al alcalde del pueblo vecino, a sus coleguitas jubiladas. Qué no, que aquí no sobra nada, en todo caso faltan muchas dosis para llegar a la inmunidad de grupo y el protocolo está muy claro, y si has cubierto un cupo pasas al siguiente. Las excusas no valen.

Desde mi rincón solo encuentro una palabra que defina este tipo de acciones, la indecencia.

Le pido a la nueva ministra de Sanidad que no le falte la valentía para penalizar a quienes no cumplan, para demandar junto con el resto de países de la Unión Europea a quien pretende comercializar la vida de los seres humanos y la solidaridad para que nadie se quede atrás. ¡Suerte!

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