Con el impulso del Gobierno aragonés y del Instituto de Estudios Turolenses, dirigido por Nacho Escuín, Calamocha ha sido sede del Salón del Libro Endei Norte, un encuentro nacional de editoriales independientes.

Interesante foro cuyos debates han tenido lugar al aire libre, en el Parque Municipal. Hermoso paraje regado por el Jiloca que el alcalde Manuel Rando, humanista de vocación, sueña con convertir en espacio para la actividad cultural y disfrute de la naturaleza. Cuenta con un excelente equipo, la concejala Maite Beltrán y la programadora Pilar Esteban, entre valiosos colaboradores.

En mi intervención ante los editores me referí a las características de algunos de la veintena larga con los que he publicado en mi carrera literaria. Sucede con los editores, como con los autores, que los hay buenos, malos y mediopensionistas. Siendo en todos los casos bastante compleja la relación autor/editor, de la cual dependerá en buena medida no solo la acogida del libro, también su acierto, interés y calidad. Porque uno escribe, crea; el otro orienta, supervisa, corrige. Porque uno emplea tiempo; el otro, dinero. Porque uno puede pasar a la historia; el otro, hacer una fortuna… A veces, sin embargo, esos arquetípicos papeles se invierten, originándose relaciones autor/editor tan paradójicas e interesantes como las que Jean Echenoz refiere en Jérôme Lindon, un delicioso librito publicado por Nórdica, sello presente en Calamocha. En vida, Lindon incorporó al suyo, Les editions de Minuit nombres como Beckett, Robbe-Grillet o Claude Simon.

Echenoz nos relata con sinceridad y con un irónico humor cómo consiguió acceder al reino de Jérôme Lindon y cómo, a medida que éste iba publicando sus novelas, se fue desarrollando su extraña, larga, sinuosa, y fascinante relación con un Lindon lleno de tics, secretos, ambigüedades, exaltaciones, iluminaciones y desprecios, pero tan entregado como un sacerdote a la sagrada causa de la creación literaria, al descubrimiento de nuevos talentos y a la elevación de la literatura francesa sobre cualquier parámetro de vulgaridad.

Un mundo, o un despacho, que comparten editor/autor, lleno de fantasmas, pero al que debemos entrar, como así nos lo ha permitido Echenoz, si queremos comprender cómo se han escrito muchos de los grandes libros.