Si la sociedad busca el abrazo fraterno tras meses de mascarillas distantes es la política la que se resquebraja sin aunar sensibilidades. Ni un disco de C Tangana con Kiko Veneno puede congeniar estas desavenencias. El encaje se antoja complicado. La derecha sigue sin reencontrarse mientras Ciudadanos se hunde y la izquierda se desvanece con su fe ciega en el sanchismo al tiempo que observa el crecimiento de localismos o de la izquierda del selfie de Errejón. El patio está tan revuelto que nadie se atreve a hacer una proyección electoral.

La fragmentación a nivel nacional es un calco de lo que sucede en Aragón. El mapa político fuera de las instituciones, donde se gobierna obviando las deslealtades, avisa de que habrá lío de aquí a las elecciones de 2023. El enfrentamiento entre bloques está más que enquistado: ni la derecha ni la izquierda tienen visos de acercarse. El agua y el aceite. O la estupidez y la soberbia. Según se vea.

En cada barrio ideológico hay arenas movedizas y en el caso del PAR hay tres expresidentes que remueven conciencias internas. No es necesario tener el titulo de ex para seguir haciendo lo que hacías antes, ahora sin pudor. Allá cada cual con su interés por desestabilizar un partido que tras años perdiendo votos puede recoger el sentimiento localista floreciente. Precisamente lo que Teruel Existe aprovecha: sin peso territorial en la provincia y con fuerte predicamento en la capital –cosas de la despoblación, supongo–, ya aspira a su travesía autonómica. Entre tanto Mayte Pérez abrillanta los espejos del retrovisor para no perderse nada. Y luego está la derecha. Un PP sin gancho en las Cortes que no lidera lo que a nivel nacional capitaliza como un cambio de ciclo. La política aragonesa transita hasta el tiempo de descuento. Un 2023 con más fragmentos.