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El seudónimo Mola

La polémica en torno a la concesión del Premio Planeta a Carmen Mola (seudónimo bajo el que escribían tres escritores hombres) ha sido francamente divertida. Ha puesto sobre la mesa el grado de locura que invade a algunas personas en nuestra sociedad.

A los autores, se les ha llamado señoros, oportunistas, se ha dicho que es despectivo hacia las mujeres. Hasta una librería feminista ha retirado los ejemplares. Sin embargo, lo mejor es que se les ha acusado de aprovecharse de usar un nombre femenino para vender más y ganar premios. Y estas acusaciones vienen del mundo del feminismo, llegando la cosa a desmadrarse del todo con una auténtica cazas de brujas en Twitter. Se exigía a autoras feministas (que usan seudónimo) que dieran la cara, no fuera a ser que también estuvieran contaminadas por el virus cromosómico XY. Hasta aquí los hechos. Hagamos ahora un ejercicio de imaginación. ¿Se imaginan ustedes a un montón de alemanes completamente ofendidos al descubrir que un gran poeta en realidad era de Sevilla y no de Berlín y se apellidaba Domínguez en lugar de Bécquer? Imagino los comentarios «ha usado ese apellido para aprovecharse del legado romántico de nuestra gran Alemania». ¿Podrían imaginar a personas diciendo que George Orwell se estaba burlando del río Orwell y aprovechándose de dicho nombre para vender más ejemplares de 1984 o de Homenaje a Cataluña? Hablando de Cataluña, ¿se imaginan una librería catalana en la que al conocerse que un autor no era catalán sino de Albacete decidieran retirar su obra de las estanterías? ¿Qué pensaríamos? ¿Y si estos tres hombres se sienten mujeres y todos estos ataques no son en realidad más que transfobia? Sin duda lo más alucinante es que abiertamente les han dicho que se han hecho pasar por mujer para ganar el premio. La verdad es que esto me cortocircuita la cabeza. No paran de decir que las mujeres lo tienen más difícil para ganar premios, que no se las reconoce por el hecho de ser mujeres, y ahora resulta que unos hombres se hacen pasar por mujer precisamente para que sea más fácil ganar el premio. Llámenme loco, pero algo no cuadra. Estaría bien que entendiéramos que el uso de seudónimos forma parte de la libertad del artista, o el macartismo identitario nos obligará a perseguir a Byron, Molière, Twain, Neruda, Virginia Woolf, etc.

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