Supongo que con este título lo primero que se le vendrá a la cabeza es el color material del documento de identidad que lleva en la cartera. Mi primer DNI era de color azul y tenía en la esquina superior derecha el escudo del régimen franquista.

Con posterioridad el DNI ha ido cambiando de tonos y colores, en las últimas décadas ha adoptado mayoritariamente un tono general entre rojizo y anaranjado, a juego con los colores de la bandera; por el camino ha ido incorporando innovaciones y sistemas de control para evitar falsificaciones y todo tipo de avances tecnológicos, el último de ellos el chip con la firma electrónica.

Se puede hacer un análisis de la evolución de nuestra historia reciente analizando la evolución de este pequeño documento que todos llevamos permanentemente con nosotros.

Rojizos y azulados

En realidad, en el periodo democrático, hemos combinado los rojizos y azulados, parece como si hubiéramos querido jugar a una integración de los colores que simbolizan los extremos del arco parlamentario. El resultado final nos acerca simbólicamente a la representación de la superación de nuestras diferencias históricas incorporando el escudo constitucional y los colores de la bandera común. Me gusta esta perspectiva porque creo que la democracia debe ser siempre el espacio de la convivencia entre ciudadanos libres, iguales y fraternos entre sí.

Y esta idea me lleva a proponerle un salto para situarnos en otra onda relacionada con los colores del DNI; los de las personas que aparecen retratadas indefectiblemente en la esquina superior izquierda de la cara principal del documento.

Cuando me hicieron el primer DNI los españoles creíamos que éramos todos del mismo color, blanquitos desde nuestro punto de vista, color carne que diríamos los chicos de la EGB. Y, en general, sólo veíamos personas de otros colores de piel por la televisión, de forma especialmente significativa a través de las películas del canal único en las que no era extraño ver filmes que trataban el racismo en la sociedad estadounidense. Desde nuestro punto de vista de españolitos de a pie esas injusticias jamás se podrían dar en España; no éramos ni de lejos tan mala gente. 'Matar a un ruiseñor' con un sublime Gregory Peck en el papel de Atticus Finch, o 'Adivina quien viene a cenar esta noche' con Poitier, Hepburn y Tracy en los papeles principales, inspiraban un sentimiento de solidaridad con las personas negras.

Origen extranjero

Sin embargo, hoy, a la vez que ha evolucionado el formato físico del DNI, ha cambiado el color de la piel de los españoles. Según Moha Gerou, en su libro 'Qué hace un negro como tú en un sitio como este', cuya lectura recomiendo encarecidamente porque nos puede ayudar a entender la experiencia de una persona de otro color en nuestra España democrática, seis de cada diez personas tienen algún ascendiente de origen extranjero, cifra que pasa a uno de cada cuatro en menores de quince años. Y sabe qué: muchos de ellos tienen el mismo DNI que usted y que yo. El color de los españoles ha cambiado al tiempo que nuestro formato de DNI.

Desgraciadamente, junto a esta evolución, sucede que en nuestras calles y en nuestras vidas, se repiten los argumentos que nos parecían cruelmente increíbles en las pantallas que retrataban la realidad del racismo en EEUU hace solo unas décadas.

Nos cuesta asumir que los compatriotas tenemos colores de piel distintos y que ser español, formar parte de una comunidad política y convivencial democrática, se basa en una serie de valores compartidos y no en un origen étnico común.

Actitudes racistas

Es verdad que un racismo declarado y manifiesto solo se practica por parte de minorías, quizá en un proceso de crecimiento que resulta preocupante. Pero también es cierto que las actitudes racistas se producen en nuestra sociedad de una forma callada. Actitudes que yo denominaría del tipo: «Yo no soy racista pero…»

Las sociedades democráticas solo persisten en el tiempo si sus ciudadanos son conscientemente demócratas y asumen una actitud cívica y personal en defensa de los valores que caracterizan nuestro sistema. En el tema que estamos tratando, hablando de racismo, esto quiere decir que no podemos mantener la equidistancia entre las posturas racista y antirracista. En esta materia no hay término medio. Solo se es demócrata si se está claramente en uno de los polos y se es declaradamente antirracista. Solo desde esta postura uno puede reclamar para si ser un español constitucionalista.

Nos jugamos mucho en el envite. Nada menos que el futuro de la convivencia en nuestro país.