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Las guerras híbridas

El léxico geoestratégico internacional incorporó a partir de 2006, con el desarrollo de la guerra israelo-libanesa, el concepto de guerra híbrida, ampliado más adelante su significado con otras dos etiquetas: ataque híbrido y conflicto híbrido. Pero no ha sido hasta la crisis provocada por Bielorrusia en la frontera con Polonia que la idea de guerra híbrida ha ocupado con profusión los medios de comunicación y los debates académicos acerca de la naturaleza misma de ese estado de ni paz ni guerra, pero sí de tensión que entraña un riesgo cierto de escalada.

La conclusión más compartida por los expertos es que las guerras híbridas son la nueva forma que han adquirido los conflictos asimétricos, aquellos en los que una de las partes se halla en una situación de inferioridad manifiesta y busca desestabilizar a su adversario mediante formas de combate que excluyen el recurso a las armas. O bien se trata de operaciones encaminadas a interferir en la estabilidad interior de un país mediante la intromisión encubierta en situaciones de todo tipo –unas elecciones, operaciones financieras, crisis sociales– que por alguna razón alguien decide utilizar para sus propósitos y fines. En ambos casos, la aldea global ofrece, a través de las nuevas tecnologías, una panoplia de herramientas de todo tipo para alterar el curso de los acontecimientos.

Es evidente que las estructuras de prevención y defensa convencionales no son útiles en ese nuevo entorno. Si la guerra contra el terrorismo global ha dejado inservibles los análisis sobre los mecanismos de seguridad colectiva producidos por la OTAN durante décadas, con mayor motivo esas guerras de última generación requieren disponer de sistemas de respuesta inmediata, concertada y efectiva. Frente a la utilización de las redes como armas de intromisión masiva, caso de Rusia, frente a la colonización de redes logísticas estratégicas por empresas chinas que responden a requerimientos del Gobierno de su país, frente a la variedad de procesos no convencionales urge revisar en qué bases se asienta la seguridad europea y cuál es su vulnerabilidad.

La Brújula Estratégica, que previsiblemente dotará a la Unión Europea a partir de la próxima primavera de una fuerza de intervención rápida con un perfil actualizado para hacer frente a ataques híbridos, es una iniciativa que se atiene a los nuevos desafíos. Pero es aún más importante tener la capacidad de prever amenazas de nuevo cuño, habida cuenta el riesgo que siempre existe de que un conflicto asimétrico de naturaleza híbrida degenere en otro convencional.

Quizá una guerra híbrida reduzca los riesgos de desembocar en otra convencional, pero no lo hace imposible. Porque detrás de los comportamientos de los actores débiles casi siempre se encuentra alguien que no lo es tanto, que los utiliza y gobierna, como sucede en el caso de Aleksandr Lukashenko y Vladímir Putin. Dicho de otra forma, es inadecuado asimilar las guerras híbridas a conflictos de baja intensidad que, por lo demás, durante la Guerra Fría, quedó demostrado que tienen un potencial expansivo nada desdeñable.

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