El tuit que el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón, colgó en las redes sociales el pasado jueves —un día antes de la aprobación de las cuentas municipales gracias a Vox— da una idea de la encrucijada en la que se encuentra el Partido Popular (PP), no solo en Aragón sino en el conjunto de España. «Gracias a la unión de la derecha sacaremos adelante un presupuesto que baja impuestos, invierte más que en la última década en la ciudad y destina una cifra histórica de 100 millones de euros para ayudar a quienes más lo necesitan», rezaba su mensaje en Twitter.

La respuesta del líder de Ciudadanos en Aragón, Daniel Pérez, no se hizo esperar: «Así es, la derecha conservadora se ha unido y solo los liberales hemos garantizado un presupuesto sensato, basado en políticas económicas con cabeza y políticas sociales con corazón, en el que la libertad y la igualdad no son moneda de cambio». El dardo dice mucho y destapa que Azcón tiene en Vox uno de sus mejores avales para afrontar su futuro político.

Esta noche, los resultados electorales en Castilla y León pueden determinar la hoja de ruta de los populares a escala nacional y podrían perpetuar una alianza con la ultraderecha de Vox. El escenario es, cuanto menos, inquietante, sobre todo tras comprobar que el horizonte que dibuja Génova no marca ninguna línea roja a un partido que niega la violencia de género, que está en contra del estado de las autonomías, que invalida la diversidad, que condena a los inmigrantes, que propone la derogación de la Ley de Memoria Histórica y que pide suspender el Espacio Schengen, entre muchos otros desvaríos. 

El PP tiene la oportunidad y el reto de mostrarse como la más fuerte alternativa de Gobierno, también en Aragón. Pero no va por buen camino. Los populares deberían de afianzarse como el referente de la derecha, pero en los últimos tiempos sienten el aliento de Vox, fuerza a la que le han abierto los brazos en varias autonomías y ayuntamientos. Y eso ha condicionando las políticas de un partido desnortado.

El alcalde de Zaragoza y presidente del Partido Popular en Aragón, Jorge Azcón, tiene por delante un complejo reto si quiere fijar una hoja de ruta propia como líder de los populares en Aragón. Sin ataduras. Parte con activos indudables, entre los que destaca su empatía con los ciudadanos, su bagaje político, el poso que le da estar al frente del quinto ayuntamiento más grande de España y el peso que comienza a tener a escala nacional dentro del partido. 

El alcalde de Zaragoza y presidente del Partido Popular en Aragón tiene por delante un complejo reto si quiere fijar una hoja de ruta propia como líder de los populares en Aragón. Sin ataduras.

La aprobación de los presupuestos municipales, gracias a la aritmética que le aporta Vox, no debería ser un impedimento para apuntalar un proyecto que por sí solo puede ser más que solvente y potente. Pero el actual líder de los populares, Pablo Casado, parece ir por otros derroteros. La reforma laboral es la prueba del algodón que demuestra que el interés político y la confrontación del ‘no’ por el ‘no’ no es el escenario que más desean los ciudadanos. Las elecciones en Castilla y León darán más pistas, pero Azcón debería tomar nota para no caer en los brazos de la ultraderecha, tanto en Zaragoza como en la comunidad. 

Esa nueva estrategia de confrontación fijada desde Génova ha elevado la pugna política entre el alcalde de Zaragoza y el presidente de Aragón, Javier Lambán, que no evita la batalla. Ya no hay tregua entre ambos. El viaje a Bruselas de los alcaldes populares (entre ellos Azcón) para denunciar el reparto de los fondos europeos es solo un ejemplo del nuevo rumbo del PP, lo que tampoco ayuda a diluir el desencanto de los aragoneses por la política. Y mientras todo esto sucede, Vox se mantiene agazapado y expectante, frotándose las manos, sabedor de que pueden ser la llave de futuros ejecutivos autonómicos si nadie les pone coto. 

Esa nueva estrategia de confrontación fijada desde Génova ha elevado la pugna política entre el alcalde de Zaragoza y el presidente de Aragón, Javier Lambán, que no evita la batalla.

Queda más de un año para que las elecciones autonómicas dibujen la nueva realidad de un parlamento aragonés muy atomizado, pero que puede sufrir cambios relevantes en su configuración. El resultado dependerá, en parte, de la estrategia a seguir por el PP. Por ahora, Vox emerge como su gran aliado. Una apuesta demasiado arriesgada y peligrosa.