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Escolarización de los niños ucranianos

Hay que apostar por colegios que acepten de buen grado una educación intercultural plenamente inclusiva

La intención de este artículo es contribuir a que la escolarización de los miles de niños ucranianos que han sido expulsados de su país por la guerra se lleve a cabo de la mejor manera posible. Durante los años en que fui profesor invitado en la Facultad de Educación de la Universidad de Alberta (Canadá) participé en la vida de un colegio público (Alex Taylor Community School), situado en uno de los barrios más deteriorados de la ciudad y en el que vivían centenares de familias inmigrantes procedentes de todas las partes del mundo. La principal característica de dicho colegio era la participación activa de la comunidad en la vida diaria del centro, ya que tanto el equipo directivo como el claustro de profesores partían del supuesto de que esa es la mejor manera para que los alumnos y sus familias se sientan bien desde el punto de vista emocional. Por razones de espacio, solo expondré los rasgos que considero más aplicables a la escolarización de estos niños ucranianos, aunque es cierto que también son útiles para todos los niños inmigrantes.

La familia es una célula social

En sus estatutos queda muy claro que la familia es una célula social que debe propiciar la ayuda interpersonal de todos sus miembros, tanto en los momentos fáciles como en los difíciles. Los miembros que disponen de tiempo por estar en paro enseñan a los más pequeños lo que saben hacer y, sobre todo, colaboran, según las capacidades y el tiempo disponible, en los múltiples quehaceres de la vida de la escuela. Asimismo, se admite explícitamente que cada persona puede ayudar a otra y al mismo tiempo puede ser ayudada. Es decir, que toda persona puede ser considerada discapacitada en ciertos ambientes y ante ciertas exigencias que responden a principios culturales muy alejados de los suyos, pero al mismo tiempo posee un potencial cognitivo y cultural que puede, y debe, transmitirlo a sus semejantes procedentes de otras culturas. Para que ese principio de ayuda interpersonal se convierta en una realidad tangible y, a la vez, sea susceptible de ser interiorizado tanto por los niños como por los adultos, la vida de la escuela se organiza poniendo en práctica un enorme elenco de actividades de apoyo, cuyo objetivo es la mejora del bienestar de los alumnos y de las propias familias. Las más prioritarias son las que menciono a continuación.

La educación intercultural es algo más que la simple escolarización con apoyos tecnocráticos

Un servicio de guardería para los niños más pequeños, que facilita a las madres poder trabajar y, sobre todo, poder asistir a las clases para adultos que existen en el propio colegio. Un programa nutricional que incluye el desayuno y el almuerzo para los alumnos y para sus familias, no solo con el fin de equilibrar las carencias detectadas en sus dietas habituales, sino también para inculcar buenos hábitos alimentarios. Las personas adultas inmigrantes que conocen el idioma del país de acogida actúan de traductoras y, al mismo tiempo, apoyan emocionalmente a los niños durante la jornada escolar. Celebración de eventos especiales relacionados con la cultura de cada etnia, organizados por las AMPAS, a los que son invitados los medios de comunicación y todo el mundo que desee asistir.

Con esa implicación de la comunidad en la vida de la escuela se acaban los problemas de disciplina, se logra una alta motivación intrínseca hacia el estudio, se alcanzan cómodamente los estándares curriculares previstos por la ley y se produce una integración civilizada de las culturas minoritarias en la cultura hegemónica. En ese contexto, los miembros de las culturas minoritarias no tienen inconveniente en aceptar las reglas del juego de la cultura mayoritaria porque son conscientes de que su propia cultura es respetada en la familia, en la escuela y en la vida social consuetudinaria.

Educación intercultural

Un modelo educativo de esas características solo es posible si las consejerías de educación se convencen de que la educación intercultural es algo más que la simple escolarización con apoyos tecnocráticos. Si se están poniendo en práctica procesos administrativos extraordinarios para legalizar en un santiamén la situación de las familias ucranianas por causa de la guerra, se podría hacer lo mismo en el ámbito escolar. Soy consciente de que no se puede obligar al profesorado a formar parte de un proyecto pedagógico tan comunitario. Por ello, esos niños deberían ser escolarizados en aquellos colegios en los que los claustros acepten de buen grado una educación intercultural plenamente inclusiva. Si se admite que en situaciones extremas hay que tomar medidas excepcionales, creo que este es el momento de poner en marcha en Aragón un experimento educativo como el que acabo de presentar. Si después de evaluarlo de forma rigurosa se demuestra que es eficaz, sería el momento de extenderlo a todas las escuelas de nuestra comunidad autónoma en las que hay un amplio predominio de alumnos inmigrantes.

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