El Periódico de Aragón

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Juan Bolea

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Juan Bolea

Guerras de ayer y de hoy

A los aragoneses, la guerra en Ucrania no nos resulta del todo nueva o extraña. Los zaragozanos han vivido en su rica y turbulenta historia al menos dos asedios, bombardeos incluidos. El primero, terrorífico, durante Los Sitios, cuando la Zaragoza de principios del siglo XIX quedó completamente destruida por los proyectiles de la artillería napoleónica. El segundo, en el levantamiento militar comandado por Francisco Franco.

Las imágenes legadas del primer episodio, en forma de grabados, pinturas y testimonios orales tan terribles como los gráficos perviven aún en la memoria genética de los zaragozanos. Aquella bárbara destrucción que echó abajo palacios, iglesias, archivos, puertas de entrada a la ciudad, monumentos, estatuas y sobre todo, cientos de casas del casco viejo arruinó Zaragoza por completo, condicionando y retrasando la recuperación económica de la capital aragonesa hasta bien entrada la centuria decimonónica.

Un recuerdo de aquellos días feroces, en forma de balas de cañón de diferente peso y tamaño, sorprende al visitante en el Ayuntamiento de Borja, en cuyo Salón de Plenos el historiador Daniel Aquilué desgranó una intensa conferencia sobre Los Sitios basada en su libro Guerra y cuchillo. Lo hizo ante la atenta mirada del alcalde de Borja, Eduardo Arilla, cuyo generoso equipo de Cultura viene haciendo un loable esfuerzo para incardinar las raíces históricas de la villa con manifestaciones actuales de la literatura, la pintura y otras disciplinas artísticas. Asimismo muy presentes siguen en Monegrillo los ecos de la guerra civil. El Refugio Antiaéreo de la Cueva del Castillo, en el centro de esta población, recientemente habilitado gracias a la iniciativa del ayuntamiento presidido por Alejandro Laguna, depara una visita difícil de olvidar.

El visitante entra a una serie de galerías excavadas por los milicianos para protegerse de los bombardeos de la aviación alemana acantonada en el aeródromo de Garrapinillos. Bajo tierra, una recreación tematizada, con locución y efectos de luz y sonido permite revivir la terrible experiencia que los habitantes de Monegrillo, en condiciones parecidas a las que hoy sufren muchos ucranianos refugiados en sus sótanos, tuvieron que sufrir mientras duró el frente del Ebro.

Y es que las guerras de ayer y de hoy se parecen mucho, tanto como la locura de quienes las instigan.

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