Síguenos en redes sociales:

Violencia machista, dinero y poder

La conmoción social causada por la violación presuntamente perpetrada por el futbolista Dani Alves a una joven en una discoteca de Barcelona y las denuncias presentadas dos posibles agresiones sexuales en la fiesta posterior a la gala de los Premios Feroz, celebrada en Zaragoza, suscita un abanico de reflexiones. Salvando la presunción de inocencia, cuya culpabilidad dilucidará la justicia, conviene subrayar que son muchos los hombres con cierta relevancia que han sido acusado en los últimos años de este tipo de delitos. En el caso de Alves, se trata de un hombre rico y famoso, idolatrado por sus seguidores, que se cree con derecho a obtener todo lo que se le antoja, convencido de su impunidad es un perfil reconocible en algunas estrellas del deporte o el espectáculo. El respeto a la mujer y a su libertad para decidir si quieren mantener relaciones no parece resultar un freno. En casi todas las denuncias se repite el mismo patrón de comportamiento.

La violación es una forma de abuso de poder, un ejercicio brutal de dominio sobre las mujeres, sea desde el odio, el resentimiento, la misoginia o la expresión de quien se siente superior o convencido de que nadie se atreverá a demandarle. Por ello, la excusa más ofensiva de los defensores del futbolista brasileño es sostener que no tenía necesidad (sic) de abusar sexualmente de nadie, teniendo a su alcance a la mujer que quisiera. Al parecer, el dinero y el prestigio futbolístico le darían por sí solos esa posibilidad. Es justo lo contrario: es la posición de poder uno de los factores que alimentan la cultura de la violación. Socialmente, debería abrirse el debate de la responsabilidad colectiva en el hecho de que algunos jóvenes famosos, con salarios estratosféricos, crean gozar de total impunidad.

Hay que preguntarse también por el grado de valentía que debe tener la víctima para atreverse a denunciar y a romper el tradicional relato del silencio. Quienes se arriesgan a hacerlo suelen enfrentarse a la soledad, la incomprensión y la falta de apoyo social, cuando no a la sombra de la duda o el ciberacoso. Según una macroencuesta de 2019, solo se denuncian el 8% de las violaciones. En el caso Alves, la denunciante ha renunciado a la indemnización que le pudiera corresponder si el jugador resultara condenado y a la que tiene derecho. Una decisión con la que sin duda pretende demostrar que su interés no es pecuniario y evitar así que se cuestione su dignidad.

Por otro lado, es de justicia resaltar el buen funcionamiento de los protocolos de protección de las mujeres que se aplican en algunos locales de ocio, también en el Espacio Ebro de Zaragoza. La visibilización de estos delitos, salvando la intimidad de la víctima, en lugar del silencio, debería contribuir a sensibilizar sobre esa infame realidad y sobre la necesidad de perder el miedo a denunciar las agresiones sexuales, en la misma línea de lo que se viene reclamando con todas las formas de violencia machista. Ayudaría también cambiar el foco y pasar página de una cultura que intenta salvar a los presuntos agresores y culpabiliza a la víctima.

¡Regístrate y no te pierdas esta noticia!

Ayúdanos a adaptar más el contenido a ti y aprovecha las ventajas de nuestros usuarios registrados.

REGÍSTRATE GRATIS

Si ya estás registrado pincha aquí.