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TERCERA PÁGINA

Eugenio Mateo

A propósito del abrazo

La cuestión es que el ser humano necesita de los abrazos como un medio de autoconfirmación

Asistía, hace unos días, a una charla literaria en otra ciudad. Entre las diferentes presentaciones, se habló de un libro de tango de reciente publicación. La autora se declaró una incondicional de ese baile a la vez que surgían murmullos entre el público: baile erótico y sensual, provocador y machista, bla, bla. La escritora desplegó una defensa ante los comentarios basada en la dificultad del baile. Si los bailarines no estuvieran acoplados debidamente, ella o él saldrían disparados contra la pareja cercana. Quiso decir que el abrazo, abierto o cerrado, es la consecuencia, no el hecho. Me pareció un curioso planteamiento.

Conviene decir que el que escribe es incapaz de tejer tres pasos seguidos al compás de la música. Mi inutilidad, o quizá la actitud ante cualquier baile no me convierte en persona autorizada para hablar de esto, pero mi instinto me previno de que nada es tan simple. Si les preguntásemos a los bailarines/as que asisten solos/as a las milongas sociales por qué acuden, probablemente dirían que, aparte de ocupar el tiempo con tal afición, acuden a sentir la liturgia del contacto y la atracción por tener otro cuerpo tan junto, puesto que ningún otro baile permite un contacto más estrecho e íntimo, salvadas algunas lascivias caribeñas. Todo lo demás sería adornar con justificaciones empíricas la simple condición de personas necesitadas de ser abrazadas.

¿Se acude a esa actividad social para paliar la soledad? o quizá, ¿encontrar la media naranja en las postrimerías de la vida, o un ligue que sacuda las telarañas? Si se analizara la personalidad de algunos de los practicantes habituales veríamos que sus postulados son poco exigentes, tan sólo amparados en bailar sintiendo el roce de los cuerpos, preferentemente jóvenes, y la pulsión de deseo que pueda aflorar en esa fusión corporal. Naturalmente, los habrá que hablen de mística y espiritualidad, pero eso, lo dejo a los filósofos. Se acude también a la condición de que el tango fue declarado bien inmaterial de la humanidad, que ciertamente le da rango, pero el mismo que tienen el toque manual de campanas español, la dieta mediterránea o la cocina mexicana, por no citar a todos. La Unesco define el patrimonio como «el conjunto de creaciones basadas en la tradición de una comunidad cultural expresada por un grupo». En esencia, el tango juega sobre la idea de sumisión de la mujer, de un hombre macho y dominante, pero si eso no estuviera, ¿seguiría siendo tango?

Se podría responder que es un juego de roles necesario que se monta mientras dura la música. La tradición que lleva implícita el tango explica muy bien sus orígenes, en un principio marginales, en las noches porteñas, y luego socializado en los salones de la alta burguesía francesa.

En la opinión de algunos psicoanalistas, el secreto del éxito del tango argentino consiste en insertar la figura de cada bailarín en el enlace de los dos cuerpos, este es el milagro, esta es la principal innovación que ofrece al mundo.

Eva Giberti, psicóloga argentina y experta en Estudios de Género, dijo que bailar tango autoriza la palpación de algunas regiones del cuerpo de la pareja e introduce una estética focalizada en un entrevero de muslos y piernas. La atracción que despierta el baile sería consecuencia de que no es una simple coreografía, sino que implica cuerpos apretados en el abrazo, ojos entrecerrados, pensamientos vagando en la distancia. Piernas que se acarician y entrecruzan. Pies que se atraen. El hecho de que sea una danza donde hombre y mujer bailan abrazados es un campo propicio, un terreno fértil para que se depositen allí fantasías que se vehiculizan en cualquier aspecto de la vida. Surgen historias pasionales más allá del baile, historias de maltratos y desengaños, historias de amor, con encuentros y desencuentros, en suma, es un encuentro de hombres y mujeres.

Apliquemos, pues, al tango sus distintas circunstancias y sensibilidades. No se trata de sublimar, sino de llamar a cada cosa por su nombre. La cuestión es que el ser humano necesita el abrazo como un medio de autoconfirmación de su humanidad, y, por tanto, de su vulnerabilidad. El abrazo hace reconocerse en la individualidad; trasmite confort emocional y es lenguaje sensitivo; estimula la oxitocina, una hormona que nos provoca alegría, y la dopamina. Buena arma contra la soledad.

Son realmente numerosas las propiedades del abrazo. Incluso, cada día 21 de enero desde 1986 se celebra el Día Internacional del Abrazo, que tiene un origen anecdótico, a raíz del interés de un ciudadano estadounidense preocupado por las cada vez más escasas muestras de afecto que comprobaba que se venía realizando en público. Y es cierto que nos hemos deshumanizado, olvidando que no somos robots ni muñecas hinchables, y el prójimo es sólo un eufemismo. Por tanto, todas las iniciativas en pro del contacto para sentirnos vivos merecen ser seguidas por la mayor gente posible. Quizá, los tangueros nos llevan delantera y ellos saben muy bien qué es sentirse abrazados. No sabemos si serán más felices que los que no bailan, en todo caso, una solución sería apuntarnos en masa a bailar tango y de esa manera, convertir la vida en una milonga. Cierro con una cita: «Quédate con quien te cubra del frío, te cobije ante el miedo y te cuide del mal; y todo eso suceda con un abrazo». El Principito, Antoine Saint-Exupéry.

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