Hemos sabido que la Agencia Europea del Medicamente aconseja la vacunación para los niños de entre 5 y 11 años con dos dosis de la vacuna de Pfizer en un intervalo de tres semanas entre dosis y dosis. No soy científica y entiendo que las personas que han tomado esta decisión son sobradamente conocedoras de la necesidad de que esos menores, siempre con la autorización de sus padres, sean vacunados. Mis hijas son ya mayores, casi 22 años, y nadie les tuvo que decir si tenían que vacunarse o no, ellas entendieron que era su obligación y que daban igual los trombos o los posibles efectos secundarios de cierta severidad, porque lo importante era protegernos entre todos contra el covid.

Pero lamentablemente no todas las personas que han tenido durante los últimos meses acceso a las vacunas y que podrían estar inmunizadas contra la letalidad y gravedad de esta enfermedad, tomaron esa misma decisión. Unos hablan de miedo; otros se declaran negacionistas; los hay que siguen las pautas confusas de determinados partidos políticos… y así, debido a esas decisiones de unos y otros, los países no han conseguido una inmunización suficiente y las olas siguen siendo tormentas agudas y broncas en el mar de nuestras vidas y ante la negativa de muchos hombres y mujeres a recibir la vacuna, desde hace varias semanas en algunos países, como América, se está vacunando a los niños para salvar a los hombres que tuvieron miedo, son negacionistas o súbditos de políticos claramente irresponsables.

Esta misma semana ha llegado a Europa esa misma posibilidad y los niños entre 5 y 11 años pueden ser vacunados y vuelve a suceder lo mismo que en América: la falta de responsabilidad de los mayores aconseja la vacunación de nuestros menores para intentar detener el desgarro que producen las muertes y los ingresos de nuestros mayores no vacunados.

El covid nos debería haber enseñado muchas cosas, pero lamentablemente nos ha enseñado poco y si algo nos ha hecho es ser mucho más individualistas y algo más cretinos de lo que ya éramos y así seguimos, creedores de un don y sin mirar al resto del mundo que nos advierte y señala y sufre.

Lo que sí nos ha enseñado esta pandemia es a respetar más y más a nuestros ancianos, que una vez más han sabido estar a la altura con su responsabilidad, su no miedo hasta en las terceras dosis y su forma cívica de atender las recomendaciones y cumplir con las obligaciones, porque entendieron que esa era la forma de protegernos entre todos contra el covid, que ha llegado como una guerra y tras su paso solo deja desolación, pobreza y miedo.

Jamás podré entender las razones por las que aquellos que pudieron vacunarse dijeron que no. Es como romper el arco iris y luego llorar porque los colores nunca volverán a ser los mismos.