Hace unos días la ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, dijo: «No acudiré a ningún acto donde sea la única mujer», que es lo mismo que decir: «Nunca más sola». Y añadió: «Y si me invitan, es porque soy ministra», lo que quiere decir que si el ministro de Economía fuera ministro y no ministra, en muchos de los actos a los que ha acudido Calviño, solo habría habido hombres. Pero ese ministro no hubiera dado la voz de alarma, porque no hubiese pensado que había una anomalía, sino más bien una situación normalizada a lo largo de décadas donde la mujer no tenía visibilidad alguna y no estaba ni se le escuchaba, porque se consideraba que no tenía nada que decir. Y así hemos ido construyendo la historia y permitiendo que derechos que lo son de todos por el hecho de nacer hombres y mujeres, a las mujeres les han sido arrebatados una y otra vez, sin que ningún hombre diga nada, porque el derecho que a ellas se les niega, a ellos les hace un poco más fuertes.

Recuerdo la primera vez que escuché hablar del feminismo y fue a mi madre que sin embargo había crecido en una casa sin padre donde su madre, su abuela y su tía eran feministas sin saberlo y al hijo y a la hija les brindaron las mismas oportunidades, si bien en su día a día actuaban como el resto de la mayor parte de las mujeres nacidas a principios del siglo XX: primando la opinión de los hombres y entendiendo que en lo público y en lo importante tienen que estar ellos porque son los que sirven, porque tienen la cabeza con menos pájaros y saben llevar las riendas de un país y de la familia, aunque eso no fuera verdad, y en casa de mi madre solo hubiera un niño sin padre. Pero eso daba igual y daba igual que ellas cosieran para sacar dinero, porque siempre había un hermano de mi abuela dispuesto a tomar las decisiones importantes.

Mentiría si dijera que las cosas no han cambiado. Han cambiado. Sin embargo, la ministra estalló y dijo: «Nunca más sola», por las muchas veces que se ha encontrado sola

Mentiría si dijera que las cosas no han cambiado. Han cambiado. Sin embargo, la ministra estalló y dijo: «Nunca más sola», por las muchas veces que se ha encontrado sola, porque ellos, aunque de puertas para afuera digan una cosa, de puertas para adentro, en una amplia mayoría, se creen superiores, más listos y hasta diría con un privilegio divino por el hecho de haber nacido hombres.

Decía Pessoa que «el arte tiene valor porque nos saca de aquí», es decir nos traslada a otros lugares y vidas que jamás podríamos vivir y en esa aventura entregamos parte de nuestro tiempo, que es el tiempo que robamos a la cotidiano y que las mujeres tanto hemos cultivado en nuestro silencio y soledad. Por eso hemos aprendido tantas cosas intangibles, tantas fórmulas para no sentir el desprecio y pensarnos iguales, nunca mejores. Porque si el arte tiene valor porque nos saca de aquí, el valor de la mujer ha sido el de conquistar derechos sin violencia para poder seguir aquí.