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El lado correcto

Escuchaba ayer a Mañueco exhortando a Tudanca en el debate de investidura del presidente de la Junta para que se pasará al lado correcto de la historia, apoyando al nuevo gobierno PP-Vox, justo al día siguiente de la primera vuelta de las presidenciales francesas. Volver a la pluralidad ideológica, dice el presidente castellanoleonés como si viviéramos en la autoridad del partido único, a la libertad en la educación y a la reconciliación en la historia del brazo de los que reivindican al dictador como uno de los mejores gobernantes de los últimos ochenta años. Todo este revisionismo continuado en el tiempo acaba haciéndote dudar sobre qué es el pluralismo, la libertad y la equidistancia, en la que igual no estás militando lo suficiente.

Y lo que es más peligroso, es que hay muchos a los que ya les da igual. Hablar de cordones sanitarios ahora cuando su ubicuidad en los medios, en las redes y su apoyo social es tan alto que suena a nostalgia política. Han tenido grandes compañeros y altavoces para conseguir esa normalización. Se ha vuelto más difícil seguir estando enfrente de ellos. Se ha movido de tal manera la aguja de la balanza que los radicalizados parecemos los que siempre hemos estado en el mismo sitio. Han venido a mejorar la calidad democrática tuvo que oírse ayer de un representante de las instituciones del Estado como es Mañueco, y entre la estupefacción y las ganas de no significarse van pasando las semanas, las elecciones, la consolidación como una fuerza política equiparable a las demás. ¿Qué centro político están buscando algunos? Eso está dinamitado en España desde el retiro de Mariano Rajoy. Queda rumboso en las conversaciones y como postura pública, pero a la hora de la verdad no se vota bajo ese parámetro. El descontento y la deslegitimación de la política no para de crecer porque ya venimos del fracaso de la movilización de hace once años de la que no queda casi nada, y no hay mayor escarmentado que el que huye del agua escaldada por segunda vez. Hay tantas fracturas sociales por edad, género, procedencia o empleabilidad que la argumentación totalizadora de la ideología ha quedado rota. En este panorama el centro es un no lugar, que ni siquiera cumple la máxima de si en política se deja un hueco alguien lo rellenará.

No queda nadie ahí, ni hay propuestas económicas de centro, ni leyes educativas equidistantes, ni políticas de igualdad de centro. Más que aislar a la extrema derecha hay que ganarla con proyectos que hagan visible la utilidad de la política democrática para todos, sin excepciones. Incluir para seguir en el menos malo de los sistemas posibles, ese debería ser el movimiento.

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