El contigo ni sin ti que están protagonizando Brad Pitt y Jennifer Aniston desde antes de que la pareja anunciase su separación el pasado mes de enero sólo es comparable al que viven Francisco Rivera y Eugenia Martínez de Irujo, por poner un símil cercano. La última secuencia de esta larga (interminable, para muchos) historia de amor y desencuentros la ha puesto de momento el protagonista de Troya, que ha vuelto a la mansión conyugal de Beverly Hills tras matricularse en la consulta de un asesor matrimonial con la que ha sido su mujer durante los últimos cinco años.

El diario británico The Sun publicó ayer que la pareja desea salvar su relación y que está dispuesta a llegar hasta dónde les llegue el talonario. "Ellos quieren estar juntos, pero necesitan resolver cuestiones antes", asegura al tabloide una fuente sin identificar cercana al matrimonio.

Según esta misma fuente, Pitt, de 41 años, y Aniston, de 36, anunciaron que iban a separarse por la "presión de la prensa". Al parecer, el actor de El club de la lucha y la intérprete de Friends tenían previsto asistir a las enseñanzas del asesor matrimonial antes incluso del anuncio de separación.

MOTIVOS DE RUPTURA The Sun, incluso, aporta las razones que llevó a la pareja a pensar en romper su matrimonio. "Brad quiere mudarse de Hollywood para ir a vivir a un rancho en el interior del país. Está harto de intromisiones en su vida privada y cree que ya ha lo conseguido todo en su carrera. Pero Jennifer siempre ha vivido en Beverly Hills y no se ve en otro sitio", asegura el diario.

La pareja anunció su separación el pasado mes de enero, aunque el actor se había mudado a un apartamento en Malibú semanas antes.