La delicada salud del Papa impedirá que participe en la mayoría de los actos religiosos de la Semana Santa, los más importantes del año católico. Se trata de la primera vez en su pontificado en que Juan Pablo II no intervendrá directamente en las celebraciones, que seguirá a través de un circuito cerrado de televisión. Esto no había ocurrido nunca antes, ni siquiera por el atentado de 1981, ni por sus sucesivas hospitalizaciones.

La bendición "a la Ciudad y al Mundo" del Domingo de Pascua será el único acto de la Semana Santa en el que participará personalmente el Papa, si su frágil estado de salud se lo permite. De acuerdo con la programación "de un día para otro" con la que se organiza la vida del anciano Pontífice, podría ser que el Centro Televisivo del Vaticano (CTV) mostrase a Karol Wojtyla mientras sigue este viernes por la noche el Vía Crucis, que se desarrollará en las inmediaciones del Coliseo de Roma. "Será al comienzo y al final del rito", manifestaron fuentes vaticanas.

LOS CINCO SUSTITUTOS Todos los demás actos han sido o serán presididos por los cinco cardenales que, en estas circunstancias, forman una especie de Gobierno en la sombra de la cúpula del catolicismo. Son el vicario del Papa para la diócesis de Roma, Camillo Ruini; el ministro para los obispos, Giovanni Battista Re; el presidente del Consejo Pontificio para la Familia, Alfonso López Trujillo; el ministro de la ortodoxia, Joseph Ratzinger, y el cardenal secretario de Estado, Angelo Sodano.

Las filtraciones médicas sostienen que Juan Pablo II se encuentra en "situación estable, pero de una gran fragilidad", por lo que el cuadro clínico de Wojtyla resulta complejo.

Se sabe que el Papa se alimenta a través de gota a gota, sistema con el cual se le administra también una buena dosis de antibióticos para evitar que contraiga cualquier infección. Además, a causa de una alimentación insuficiente, presenta síntomas de anemia, por lo que se le suministra hierro, que su organismo no tolera bien y le provoca náuseas y dolores de cabeza. A ello se añade el Parkinson que crea problemas de deglución y de respiración.

La desinfección de la cánula por la que respira le provoca, al parecer, síntomas de rechazo. A esto se une la contrariedad del anciano Papa, que había transformado la comunicación en una característica de su pontificado y que ahora debe mantenerse inactivo y casi como si fuera un espectador de su papel.

El nerviosismo con que se sigue en Roma cualquier novedad sobre la salud del Papa quedó en evidencia en los últimos dos días. Como por ejemplo cuando ayer, el portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, no acudió a la presentación del documental Sine Die (Sin Fecha), sobre la vida de Juan Pablo II. Su ausencia alimentó las sospechas de alguna grave recaída de salud del Papa.

RUMORES El lunes por la noche, rumores incontrolados procedentes de las numerosas televisiones estadounidenses que se han desplazado a Roma, donde han movilizado a cientos de personas, sostenían incluso que el Papa ya había fallecido. La falsa noticia provocó el desplazamiento de caravanas de vehículos con cámaras de televisión hacia el Vaticano y el Policlínico Gemelli. Otros medios de comunicación se contagiaron e incluso diarios romanos prepararon suplementos especiales.

Ayer por la mañana volvió a suceder algo parecido, cuando alguien hizo circular el rumor de que Juan Pablo II había vuelto a ingresar en el Gemelli, lo que provocó de nuevo una procesión de cámaras e informadores por las calles de Roma.