Unas 400 personas participaron ayer en la catedral de Mónaco a la plegaria por Rainiero y Juan Pablo II pronunciada durante la misa de Pascua que, a pesar de un nuevo parte médico presuntamente menos pesimista, preparaba a los monegascos a un desenlace fatal. El comunicado de palacio decía: "El estado de salud de su alteza serenísima, el príncipe Rainiero III sigue siendo preocupante" pero "las funciones cardíacas, pulmonar y renal que no cesaban de degradarse se estabilizaron". También precisaba que "esta consciente aunque sedado, lo que le permite soportar la asistencia respiratoria absolutamente indispensable". Aunque "nadie espera un milagro el príncipe sigue luchando" era ayer el mensaje oficial como respuesta a las informaciones aparecidas en la prensa que daban a entender que el anuncio de su muerte era una simple formalidad que se efectuaría en el momento más oportuno. El hecho es que los propios monegascos reconocían muy en privado que preferían que el anuncio de la muerte se hiciera "en cuanto se vayan los turistas". Muchos de ellos asistieron ayer con cierto morbo al tradicional cambio de la guardia de palacio con la mirada fija en los balcones a la espera de poder adivinar la silueta de alguno de los miembro de la familia. Alberto y las princesas Carolina y Estefanía, junto con otros familiares asistieron a la misa pascual en palacio. También desfilaron con parsimonia ante el Centro cardio-torácico donde se supone permanece ingresado el príncipe Rainero y de donde habían sido desalojados la víspera fotográfos y cámaras de televisión.