El cuadro clínico de Juan Pablo II ha introducido en el Gobierno de la Iglesia una dimensión de provisionalidad que probablemente inspirará cambios en el futuro. El veterano cardenal Achille Silvestrini adelantó días atrás que, antes incluso de elegir al sucesor de Wojtyla, "habrá que plantearse los problemas de la vejez y de las enfermedades de los pontífices".

El cardenal, que ejerció como ministro de Exteriores del Vaticano, hizo referencia a los progresos de la medicina, que permiten alargar la vida de las personas, pero que no resuelven el problema de las energías necesarias para gobernar a una confesión de mil millones de fieles de forma centralizada.