A juzgar por lo ocurrido ayer, a las administraciones de lotería les ha salido una dura competencia a la hora de repartir suerte y millones. La fiesta empezó con el tercer premio en el bar Gari, de Soria, continuó en la cafetería Moyúa, en Bilbao, con el anuncio del cuarto, y a la una del mediodía, estalló con el número 56.430 en El Viejo de Caldas, en pleno barrio de Vadorrey. Decenas de personas se reúnieron para celebrar su pequeño "aguinaldo", que iba desde los 5.000 a los 50.000 euros. Un pellizco bastante grande. El más contento, el dueño del bar, Miguel Mesa, que a pesar de ser nuevo rico seguía sirviendo cervezas y champán a diestro y siniestro. La gran mayoría no tenía idea alguna de qué hacer con el premio: regalos, viajes, algún que otro capricho... José Antonio Alagón solo tenía en mente el poder librarse de hacer la comida. "Por lo pronto, ¡hoy como fuera de casa!", gritaba exaltado. Aunque sus gritos no eran los únicos. De hecho, hacerse oír en El Viejo de Caldas fue ayer harto complicado. "Yo tenía un décimo con tres amigos más", explicaba Natalia Morales, una joven que se enteró en directo de que su número había sido premiado. A su lado, Lucas Velilla no se cansaba de enseñar su particular billete de 5.000 euros, que pensaba canjear por un viaje al Caribe. Con 13 años, era el agraciado más joven del bar. "Le ha tocado a él, le ha tocado a él", repetía incansable su padre, a pesar de que había sido este quien había pagado el décimo.