John Logdson, exdirector del Instituto de Política Espacial de la Universidad George Washington, llevó en primavera a su nieto de tres años y medio a ver uno de los últimos lanzamientos de un transbordador de la NASA y, tras ver el impacto en el niño, está convencido de que plantó en el pequeño la semilla del sueño de ser astronauta.

Ahora impulsar sueños como esos será más difícil. Como dijo ayer tras aterrizar a las 5.58 horas en Cabo Cañaveral el comandante del Atlantis Chistopher Ferguson, "tras servir al mundo más de 30 años el transbordador espacial ha ganado su lugar en la historia y ha llegado a su parada final". El programa de la NASA ha terminado tras 135 misiones. Y aunque los astronautas estadounidenses seguirán viajando a la Estación Espacial Internacional (ISS) y EEUU tiene planes para desarrollar primero en colaboración con el sector privado vehículos de lanzamiento y después un vehículo para exploración espacial profunda que lleve a asteroides y hasta Marte, en el futuro inmediato depende de la Soyuz rusa.

"Los astronautas serán lanzados desde Kazajistán así que la experiencia de un lanzamiento, que es muy fuerte para los que la pueden experimentar en persona, no estará disponible por un tiempo. Incluso cuando vuelva será mucho más modesta que con el transbordador", cuenta por teléfono Logdson, miembro del Comité de Exploración en el consejo asesor de la NASA.

El golpe al espíritu aventurero es duro. Y si el futuro del papel de EEUU en la exploración del espacio está plagado de interrogantes, sobre todo por la confusión política, también lo está el de sus más destacados protagonistas: los astronautas.

Tanto la Soyuz como las futuras lanzaderas tienen una capacidad menor que los transbordadores, un máximo de cuatro personas frente a las siete que viajaban hasta ahora. Aunque se seguirá viajando al espacio, habrá menos lanzamientos. Las misiones a la ISS requieren la mitad de personas y el doble de entrenamiento, más tiempo en el extranjero para aprender ruso, más preparación en ingeniería para poder arreglar desde un robot hasta el baño... La nueva realidad que empezó a dibujarse cuando Barack Obama confirmó hace dos años el fin del programa de transbordadores, ha llevado a muchos a dejar la agencia. 20 astronautas en activo dejaron la NASA en el 2010 y en el Centro Espacial Johnson de Houston, donde solía haber más de 100 entrenando, ahora hay 61.

Uno de los que viajó a Houston sabiendo que no habrá programas de transbordadores es Jack Fischer. En una entrevista reciente con la radio pública NPR recordaba que cuando en los 70 empezó a reclutarse a astronautas el programa Apollo se estaba cancelando y esos reclutados no volaron hasta el año 1981, cuando se lanzó el primer transbordador. "Siempre va a haber una pausa antes de cada gran paso en nuestro programa de exploración --reflexionaba--. Y todos estamos dispuestos a esperar lo que haga falta. Quizá no volemos, pero si podemos ayudar a dar ese paso merece la pena".

Golpe al orgullo

Depender ahora de la Soyuz cuando fue el duelo con la Unión Soviética el que impulsó la carrera espacial es meramente un golpe simbólico en el orgullo de EEUU. Al menos para expertos como Logsdon, especialista también en política y relaciones internacionales, que apunta a una nueva realidad y a nuevas preocupaciones. "EEUU necesita más liderazgo para unir una coalición internacional. Debatimos sobre el futuro de la exploración como si la fuéramos a hacer solos y sabemos que no vamos a poder. Hablar de carrera espacial con China no es productivo. Tiene que haber conversaciones con ellos, con India, Brasil, Corea del Sur... Y ese diálogo no ha empezado", avisa el experto.