Hasta los policías de Nueva York que controlaban el intenso tráfico humano alrededor del edificio del secretario municipal de Manhattan estaban ayer de buen humor, y no es poco al hablar de los agentes de azul. Por primera vez en la historia de la ciudad, las parejas del mismo sexo podían contraer matrimonio, justo un mes después de que el gobernador Andrew Cuomo firmara la ley que ha hecho de Nueva York el sexto estado, y el más poblado de Estados Unidos, donde es legal el matrimonio gay. Y entre nervios y emociones, dominaba la sensación de fiesta y las parejas repetían un mensaje: "Ya era hora".

"Es importante estar aquí hoy para enseñar a las nuevas generaciones que siempre hay un camino para todo ante la cerrazón", decía Lino Caminha, un inmigrante brasileño que poco después sumaba a su apellido el Strandquist de su esposo Daniel Luke, convirtiéndose en una de las 823 parejas que, en un récord, ayer se casaron en los cinco barrios.

Había gente como Ruth Molina y Nirvana Gálvez, llegadas desde California, donde en el 2008 se aprobó el matrimonio gay pero donde los tribunales han revocado la ley. "No hace falta un papel para institucionalizar una relación, pero así Ruth tendrá acceso a prestaciones como la cobertura médica", explicaba Gálvez, una electricista con idéntico traje blanco y camiseta plateada que su esposa.

"Hay que ganar fuerza"

También buscaban "igualdad de derechos" Robyn Selman y Karin Cook, dos escritoras que se conocieron hace 20 años cuando ambas tenían pareja, rompieron 10 años después sus relaciones con una semana de diferencia, se reecontraron y desde entonces han formado una familia, con una hija de 7 años y un hijo de dos. "Hay que generar números y ganar fuerza", opinaba Selman, consciente de que "queda una larga lucha por delante" para lograr un cambio de política a nivel federal y un cambio social nacional. "A los estadounidenses íasegurabaí les aterroriza el sexo".

Frente a la muchedumbre que esperaba para recoger su licencia y casarse, un puñado de opositores al matrimonio gay mostraban insultantes pancartas. No contaban con que un grupo del que formaba parte la reverenda Annie Lawrence tenía una fórmula para silenciar a los homófobos: taparles con paraguas arcoirisados, símbolo gay.

Nueva York calcula que con los nuevos matrimonios ingresará en los tres próximos años 220 millones de euros por tasas y turismo. Y las bodas han reanimado el espíritu emprendedor. Fredrick Root, que hace tres años abrió en Nueva Jersey un negocio de listas de boda para homosexuales, ayer sorteaba dos anillos. "El negocio crece muy rápido", explicaba. Eso sí, aseguraba que lo más importante ayer no era el dinero.