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ESCÁNDALO EN LA PENÍNSULA BALCÁNICA

Niños enjaulados y encadenados

Los internos de un centro de discapacitados en Grecia viven entre barrotes o atados a la cama El Defensor del Pueblo ya hizo en el 2011 un informe demoledor de la situación

Niños enjaulados y encadenados

Jenny, de 9 años, lleva siete viviendo en una jaula de madera. Y, si nadie lo remedia, así seguirá siendo hasta que crezca y no quepa en ella. Luego, quizá viva atada de pies y manos a una cama. El caso de esta niña con autismo --recientemente sacado a la luz por la BBC-- no es único. Buena parte de los en torno a 70 niños y adultos que viven en el centro KEPEP para personas con discapacidad de Lejená (Grecia) pasan prácticamente todo el día encerrados tras unos barrotes o encadenados a sus camas.

Las primeras noticias sobre esta situación datan del 2008, cuando un grupo de jóvenes, en el marco de un programa de voluntariado europeo, pasaron ocho meses en el KEPEP. "No nos podíamos creer lo que veíamos", asegura a este diario una de las voluntarias, la psicóloga portuguesa Catarina Neves. El relato de lo que sucede en aquel centro es un infierno para los pacientes.

En primer lugar porque, a pesar de que la institución está pensada para acoger a niños y jóvenes con discapacidad de entre 6 y 28 años que han sido abandonados por sus familias, la mitad de los internos son mayores de esa edad. La ausencia de un plan de rehabilitación o integración implica que los internos "permanecerán toda su vida" en el KEPEP. "El lugar parece una prisión en la que todos cumplen cadena perpetua, por el único delito de haber nacido con discapacidad en un ambiente socialmente desfavorecido", afirman los voluntarios.

Solo los que tienen más autonomía pueden moverse con algo de libertad en un salón del primer piso, "donde el olor es muy fuerte" --explica Neves-- porque únicamente los duchan tres veces por semana. El resto permanece enjaulado en pequeñas celdas de madera en las que ni siquiera se les permite tener juguetes. Es el caso de Elli, una niña autista de 6 años, que ante la falta de atención se dedica a arrancarse el cabello y atarlo a los barrotes.

"Había dos terapeutas ocupacionales pero a los niños solo los sacaban media hora dos veces por semana fuera de la jaula", relata Neves. Hoy, solo dos niños autistas salen al exterior porque acuden a la escuela, pero a su regreso son enjaulados de nuevo. Neves también denuncia que los internos son alimentados "a través de los barrotes" y que apenas se les da agua. Según su denuncia, muchos niños presentan marcas y heridas por estar atados.

Uno de los problemas más graves es la falta de personal, así como su desmotivación por los bajos salarios y poca preparación. Neves denuncia que los cuidadores "sienten asco" por sus pacientes y solo los tocan "con guantes".

En el 2011, tras la muerte de dos internos en un plazo de pocos días, el Defensor del Pueblo se presentó en el lugar y realizó un informe demoledor en el que criticó la violación de los derechos más básicos. Señaló además que los pacientes permanecían "sedados" y pasaban el día "mirando al techo".

El Gobierno heleno prometió que mejoraría las condiciones, pero tres años después, lo único que se ha hecho es pintar de colores los barrotes. Consultada por este diario, una funcionaria griega dice que las cosas son "incluso peores".

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