Como si de una película de vaqueros se tratase. Eso es lo que pasó sobre las 7.50 del 9 de febrero de 2020 cuando Pablo Fernández Bustos estuvo a punto de provocar una tragedia en el bar el Cubetazo del zaragozano barrio de Delicias, tras abrir fuego nada más acceder al interior de este establecimiento cuando estaba lleno de clientes. Este lunes se sentó en el banquillo de la Audiencia de Zaragoza, quien decidió aceptar una condena de 7 años de prisión. 

Reconoció ser autor de un delito de tentativa de homicidio y de otro de tenencia ilícita de armas por el que la Fiscalía en un primer momento solicitaba 11 años de prisión. También le acusaba un zaragozano, representando por el abogado José Cabrejas, quien vio correr la vida por delante de sus ojos. Una bala le pasó rozando por la cabeza, provocando una herida que demostraban que un ligero desvío del tiro hubiera tenido consecuencias trágicas. 

Cuando fue detenido explicó que todo lo hizo por el robo de una chaqueta. Hecho que ayer no corroboró, ya que Pablo Fernández Bustos se limitó a aceptar el pacto que habían acordado el ministerio público y su abogada defensora, Carmen Sánchez Herrero, en cuyos términos también aceptó no poder usar armas durante 7 años e indemnizar a la víctima con 27.000 euros. 

La víctima fue lesionada cuando salía del baño. Nada más abandonar el servicio vio como Pablo Fernández Bustos con una pistola marca Zoraki en la mano realizaba varios disparos al aire, apuntando indiscriminadamente a las personas que se encontraban en el establecimiento e incluso llegó a apuntar directamente con el arma a la titular del establecimiento. Momento en el cual, varias personas que se encontraban en el establecimiento se abalanzaron sobre el acusado, logrando reducirlo y tirarlo al suelo. 

Sin embargo el procesado siguió efectuando disparos, apuntando con la pistola directamente contra la víctima y disparándole, causándole lesiones consistentes en una herida de unos 3 centímetros con pérdida de sustancia y bordes desvitalizados en región frontal izquierda y trastorno de estrés postraumático. Según el informe del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), pese a afectar la herida a plazos superficiales, la zona cefálica en que se produjo es potencialmente mortal dado que contiene órganos vitales, y una leve desviación o profundización del trayecto de la herida habría ocasionado afectación del encéfalo.

Arsenal de armas hallado en la vivienda del acusado. POLICÍA NACIONAL

Según la pericial realizada por Balística de la Policía Científica de la Jefatura Superior de Aragón, el funcionamiento de las dos armas –revolver y pistola- que portaba en ese momento fueron correctos tanto en vacío como con fuego real, hallándose capacitadas para disparar. En el lugar de los hechos localizaron cuatro vainas disparadas por la pistola Zoraki, un cartucho percutido pero no disparado alojado en el interior de la recámara de la pistola, dos proyectiles esféricos de goma de los que montan los cartuchos de 9 milímetros, seis cartuchos sin percutir y tres vainas percutidas del calibre 22, ubicadas en el tambor del revolver Zoraki y dos cargadores de pistola con 10 y 7 cartuchos metálicos sin percutir en su interior del calibre 9 milímetros. 

Un importante arsenal que fue el prolegómeno de lo que hallaron en su vivienda situada en la calle Juan Domingo Perón. Durante el registro, la Policía Nacional encontró un gran almacén de armas. Entre lo intervenido, diez armas, cartuchos, silenciadores y pólvora. El acusado había manipulado muchas de las armas que poseía, una de ellas la que usó para pegar los tiros en el bar. 

Pablo Fernández Bustos carecía de licencia de armas y de guías de pertenencia.