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El acusado, al comienzo del juicio.

JUICIO EN LA AUDIENCIA DE ZARAGOZA

Suceso del paseo Longares de Zaragoza: "Tiene la misma mirada que el hombre que me disparó"

Juzgan en Zaragoza a un electricista acusado de intentar matar al jefe que le despidió

Javier V. S., el jefe de mantenimiento de hospitales que estuvo a punto de morir tiroteado en Zaragoza, ha reconocido este martes en un juicio en la Audiencia de Zaragoza, “sin ningún tipo de dudas”, que el acusado del hecho, Alberto P. G., es la persona que intentó acabar con su vida disparándole “cinco o seis veces”.

El suceso se remonta al6 de abril de 2020, en pleno confinamiento, cuando la víctima salía en coche del garaje de su casa en el paseo de Longares. Sufrió graves heridas que pudieron haberlo dejado parapléjico de por vida y aún tiene una bala alojada en un pie.

“Solo le vi la mirada, la misma mirada que lanzó a Marta V.", su jefa directa, "el día de noviembre de 2019 en que le fue comunicado el cese en su trabajo” de electricista en el Royo Villanova, ha declarado. En esa ocasión, ha añadido Javier V. S., el empleado reaccionó diciendo "Esto no va a quedar así" en tono amenazador.

"La persona que me disparó, sin mediar palabra, es la misma que había visto tres días antes", ha manifestado el herido, en referencia a que observó a un hombre con el mismo aspecto merodeando por la salida del garaje comunitario donde él guardaba su vehículo. Entonces pensó que podía ser un ladrón de trasteros, pero al ver que se marchaba no tomó ninguna medida. Por contra, la segunda vez que apareció el intruso, si bien "no hubo ningún forcejeo", él tampoco tuvo la posibilidad de defenderse.

"Es él, lo reconozco sin ninguna duda"

La fiscala le ha pedido entonces que diga si el acusado es el agresor que le disparó, y la víctima, que ha declarado protegida por una mampara, ha afirmado: "Es él, lo reconozco sin ninguna duda".

Javier V. S. ha precisado que el atacante vestía gorra, una braga que le cubría todo el rostro y ropa vaquera oscura, así como unas zapatillas de suela blanca, prendas que posteriormente fueron localizadas en su domicilio. Una ropa similar a la que se aprecia en un hombre que echa gasolina a su vehículo, una hora después, en una estación de servicio de la Vía Hispanidad y que el acusado no ha tenido ningún problema en reconocer que era él mismo. El coche llevaba unas placas de matrícula falsas "porque estaba harto de multas y zonas azules", ha protestado.

El imputado trabajaba en el servicio de mantenimiento del hospital Royo Villanova y se sospecha igualmente que pude estar detrás del sabotaje del sistema eléctrico de la sala donde se encontraban los enfermos más graves de covid al comienzo de la pandemia.

Según las acusaciones, el día en que cometió presuntamente la agresión con un arma corta de fuego bloqueó con una bicicleta la salida del garaje del jefe de mantenimiento, que salió del vehículo para retirarla y apoyarla en un árbol, momento que él aprovechó para dispararle.

"Yo no fui, soy un cabeza de turco"

Sin embargo, el acusado ha dicho que él no fue la persona que disparó a la víctima, asegurando que cuando ocurrieron los hechos  estaba “durmiendo”. “Yo no fui, solo soy un cabeza de turco”, ha dicho Alberto P. G., ingeniero técnico industrial que fue contratado como electricista en el hospital de la Margen Izquierda y fue despedido meses después por fallos en su trabajo (hubo una fuga en un quirófano), falta de puntualidad y no respetar la cadena de mando. Se enfrenta a entre 11 y 16 años de cárcel por tentativa de asesinato y tenencia ilícita de armas.

Además, el acusado ha afirmado que Javier V. S., el máximo responsable del área de mantenimiento, le “tendió una trampa” al no llamarle a trabajar debido a su estado, ya que en la primera selección de personal fue descartado porque llevaba un brazo escayolado tras sufrir una caída de 15 metros en una escalada, según su versión.

Cuando se le comunicó el despido profirió amenazas contra Marta V., su superior jerárquica, y Javier V. se interpuso entre ambos. "Esto no va a quedar aquí" fue una de las expresiones que profirió. En otra ocasión, fue al despacho de la mujer y le mostró un vídeo en el que una sandía revienta por efecto de un disparo.

Un momento de la vista oral.

 El grave suceso del paseo de Longares se produjo a las 7.15 horas del 6 de abril de 2020, cuando la víctima salía en su coche del garaje, y vio ante sí una bicicleta que le cerraba el paso. El conductor se bajó del coche y recriminó su actitud al hombre que estaba junto a la bici. Este, de forma repentina, sacó un arma de una especie de riñonera y le disparó varias veces.

Ropa clara u oscura

Los hechos fueron grabadas por las cámaras del garaje comunitario, pero el acusado ha subrayado que él no es la persona que aparece en las imágenes, dado que vestía "ropa vaquera de color claro", mientras que la que aparece en la grabación es oscura, según su versión. "Yo no soy capaz de hacer esa emboscada", ha añadido.

En su casa fue hallada una caja para guardar un arma de fuego, pero él ha dicho que la recogió de la calle, pensando que era de un micrófono, y que la compañera sentimental de entonces la debió de utilizar "para esconder dinero por ahí". Ha insistido mucho en que los restos de pólvora que se apreciaron en los guantes que la Policía le ocupó en su casa eran de cuando realizó pruebas para obtener una licencia de armas y de su afición al tiro olímpico.

Asimismo ha manifestado que dos meses antes del crimen que se le imputa trató de quitarse la vida dos o tres veces y que estuvo a punto de enviar un burofax pidiendo los relojes de fichaje cuando se enteró que una de las causas del despido era su falta de puntualidad.

Sustancias para hacer un explosivo

Asimismo, Alberto P. G., de unos 40 años, ha respondido a la fiscala que las sustancias químicas que tenía en su casa no eran para hacer explosivos sino para su actividad de apicultor, ganadero y hortelano. Y ha negado que en una ocasión le dijera a su hermano que "el día menos pensado", mataría a alguien porque no le tenía miedo a ir a la cárcel. Sus búsquedas en internet sobre temas relacionados con delitos de sangre y armas, ha dicho, se explican porque leyó una información de prensa sobre el crimen que se le imputa y deseaba documentarse.

A preguntas de la acusadora particular, Carmen Cifuentes, que pide para él 16 años de cárcel, ha indicado que sus tentativas de suicidio estaban motivadas por sus frustraciones en la vida laboral, que soportaba mal debido a que se considera una persona muy válida y preparada. También se le imputa haber destrozado el coche de otra persona que estaba por encima de él en la organización del servicio de mantenimiento.

En un momento del juicio, el abogado del Gobierno de Aragón, que ejerce la acción civil y la acusación particular, le ha preguntado por qué había hecho con los dedos de una mano el gesto de apuntar un arma. Y Alberto P. G. ha replicado refiriéndose a sus tentativas frustradas de obtener una licencia de armas y a su afición al tiro olímpico.

El abogado defensor, Alejandro Sarasa, solicita la libre absolución argumentando que el acusado no es el autor del hecho.

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