--Si el Gobierno central sigue sin permitirles captar más deuda a largo plazo, ¿qué consecuencias puede tener en el Ayuntamiento de Zaragoza?

--Qué habrá que reducir gastos por obligación. Porque es que si no, no se podrán pagar los servicios públicos. La dicotomía ahora es cuánto reducir y qué calidad del servicio mantener. Nadie notaría que un día a la semana no se recoge la basura, entre otras cosas porque ya hay un día que no se hace, los sábados.

--Y sobre la financiación que se reclama a la DGA, ¿la ciudad debe desprenderse ya de alguna de las competencias impropias que asume desde hace años?

--No podemos dejar de prestar de golpe un servicio que veníamos realizando pero es lógico que lo hablemos con la comunidad autónoma y que se vaya haciendo de forma progresiva. O que acordemos cómo se financian. Pero su situación tampoco es maravillosa. Hay que delimitar las competencias de cada una. Y nosotros somos más de la mitad de la población de la comunidad, y no recibimos subvención ni de la DGA ni de la diputación pero, sea justo o no, nuestra economía no está mucho mejor.

--¿Considera que ha llegado el momento de empezar a acotar esa solidaridad que siempre se le ha pedido a Zaragoza con el resto del territorio?

--Hay que discutir hasta qué punto debe serlo. Sin perjuicio de que sabemos que debemos ser solidarios, no se puede cargar sobre la ciudad toda la responsabilidad en la financiación de problemas fundamentales de Aragón. Lo malo es que hacerlo en una época de crisis tiene un problema: que la DGA tampoco tiene recursos.