Hay gente que se baja del barco, otros se marchan rápido para evitar el desastre previsible y algunos más --que ahora son mayoría-- no quieren ni subirse. Quedan excepciones, afortunadamente para el Real Zaragoza y su esperanza de futuro. Una de ellas es Ivan Obradovic, un futbolista que se ha adaptado como pocos a la naturaleza del club, a la idiosincrasia de la ciudad. Le han maltratado las lesiones y no siempre ha sido correspondido en el club como debería. De hecho, se permitió que Javier Aguirre lo apartara para hacerle hueco a su cuate, el inferior Juárez. Pero la mejor zurda de la plantilla ha vuelto a filas y con él la sonrisa familiar de un buen tipo, abierto y sincero, cualidades que abundan poco hoy en día en el Real Zaragoza. Pide un poco de tiempo para recuperar el tono físico ideal, no quiere mirar al pasado ni desvía conversaciones, y está inmensamente agradecido a la afición zaragocista.

Cuando el pasado mes de agosto cerró un ciclo en el Zaragoza marcando un soberbio gol en el trofeo Ciudad de Zaragoza, el zurdo salió del campo emocionado por el tratamiento que le había dispensado la afición, que le acogió y le despidió con una cerrada ovación. La escena se repitió multiplicada el pasado domingo, cuando anunciaron su nombre por los altavoces, sobre todo cuando se marchó del campo reventado. "En equipos donde jugué doce años -- se refiere al Partizan de Belgrado, club de cuna y consagración--, no tuve un momento así, con todo el público apoyándome. Fue emocionante. Me acordaré siempre del 14 de enero del 2012. Gracias a la afición", manifiesta el serbio.

Antes, en verano, no hubo nada que hacer. Aguirre había decidido marginarlo. Siguió entrenándose, pasó por una etapa depresiva, regresó a su país a recuperar energías y ánimos, volvió. La espera y la fidelidad le premiaron con la salida del mexicano, sobre todo con la llegada de Manolo Jiménez, que en seguida le devolvió su espacio. "Estoy muy contento por volver a jugar. En el partido me encontré bien, con confianza con el balón, aunque al final muy cansado. Es normal porque llevo meses sin jugar", confiesa Obradovic, que mantiene la fe en la permanencia. "Si mantenemos esta actitud, podemos salir adelante. Ante el Getafe lo dimos todo, solo nos faltó ganar, creo que lo merececimos".

El balcánico admite que el equipo estaba "algo nervioso" porque el partido era "a vida o muerte", pero cree que sobre la conjunción y la fuerza de la primera mitad se puede labrar el futuro. "Llevo aquí dos años y medio y sé que solo unidos nos salvaremos. Hay que tener la cabeza dura", dice en traducción literal para explicar la fortaleza mental que necesitará el Zaragoza en los próximos meses en el caso de que vaya haciendo camino, con Agapito o sin él. "Nosotros estamos aquí para jugar a fútbol y no queremos hablar de lo que hay fuera. Somos futbolistas", puntualiza.

El futuro se le ha abierto con el nuevo técnico, que el pasado sábado le dijo que jugara "con tranquilidad, como yo sé" antes de empezar. Lo hizo, aunque lamenta que su estado físico no le acompañase. "Había mucho espacio para aprovechar, pero mi cuerpo no me lo permitió. Lo más importante, de todas formas, es que estuve bien con la pelota. El resto se puede comprar", explica riendo antes de acabar: "Si puedo jugar estos partidos de enero, para febrero estaré al 100%".