En la fosa común de muchos partidos de fútbol yacen injusticias arbitrales que nadie reclama salvo la familia afectada. El gol anulado a Hélder Postiga por fuera de juego, un grave error del colegiado a instancia del asistente, ha pasado de largo pese al reconocimiento mundial de que debería de haber subido al marcador. Y nadie ha solicitado la hoja de reclamaciones escandalosas por una cuestión discutible, el 4-0 final, un resultado que premió el potencial ofensivo de un pobre Madrid frente a un Real Zaragoza al que se le negó el 2-1 cuando más lo merecía por ocasiones y por posesión de la pelota. Nadie antes le había discutido el balón al conjunto de Mourinho en el Santiago Bernabéu como el equipo aragonés, que lo tuvo en su poder, y no para cualquier cosa, la mitad del tiempo del juego sin interrupciones (30%).

Para conocer la trascendencia que hubiera tenido ese gol nonato del delantero portugués hay que ser vidente, si bien es muy posible que hubiera trasladado el encuentro a otra dimensión porque el Real Madrid, holgazán sobre su ventaja, estaba para baño y masaje contra un Real Zaragoza que hizo trabajar a Casillas y sacó chispas del larguero en un tiro de José Mari. En la mejor acción de la noche, Movilla asistió a Postiga y éste resolvió como los ángeles mientras un banderín cortaba las alas a esa maravillosa jugada y sin duda a otra historia negada por exceso de vista.

Exagerado

El destino pertenece a los dioses, sobre todo en el Bernabéu y en el Camp Nou, donde si hay una duda suele resolverse a favor de los inquilinos del santuario. Demonizar al equipo arbitral por esa equivocación es tan exagerado como el 4-0 y caer en el victimismo o en lamento prolongado, una frivolidad que no puede permitirse el Real Zaragoza ahora que ha elevado su grado de competitividad y le esperan citas clave para no complicarse el futuro, la más próxima la del Deportivo antes de visitar al Barça. Sin embargo, conviene que no le hurten nada más sea con guante blanco o por oscura cobardía.

Con solo nueve goles en su cuenta, el segundo peor registro realizador de la Liga tras el del colista Osasuna, necesita optimizar al máximo sus presencias en el área enemiga. Que nadie le dé, pero nadie le quite. Que le dejen escribir su destino como lo intentó en el Bernabéu, donde nunca sabremos si pudo empatar o perder aún por una goleada mayor. Deshojada la margarita, siempre sale el 2-1 de Postiga y sus consecuencias positivas si el fútbol hubiera seguido su curso natural y no el impuesto por el tribunal de la fosa común.