El fútbol no solo lo marcan las condiciones de cada futbolista. Oubiña, que estuvo cerca de fichar por el Zaragoza en el 2005 y que se coló en las agendas de los grandes, especialmente del Madrid, tiene calidad en sus botas para haber triunfado y estar entre los fijos de La Roja. La rodilla se lo impidió. Aragonés lo hizo internacional en el 2006, pero un año después, cuando fue cedido al Birmingham tras el descenso del Celta y ver cómo se truncaba por los avales su traspaso al Benfica, el centrocampista gallego se rompió la rodilla un 22 de septiembre en Anfield.

Ahí comenzó un calvario de casi cuatro años, donde regresó puntualmente sin estar en plenitud de condiciones y sufrió dos operaciones en la rodilla izquierda. La última, realizada por el doctor Cugat, dio en la tecla para que Oubiña pudiera volver a ser futbolista de élite. El 12 de marzo del 2011 lo sintió así, en su vuelta definitiva con el Celta.

Sin esa larga lesión, Oubiña no se habría quedado en Vigo. Pero lo hizo, siguió en el club de su vida y fue clave en el ascenso el curso pasado. Y lo es ahora, donde su fútbol aseado y su buena colocación son un filón para Paco Herrera.