Newtown, la bucólica localidad de 26.000 habitantes despertó ayer en un día gélido y soleado. Por las carreteras, rodeadas de bosques, circulaban coches con árboles de Navidad en sus bacas. Las guirnaldas decoraban las casas de estilo colonial y las más modestas lucían muñecos de nieve de plástico y mensajes de Merry Christmas recortados en papel sobre sus ventanas. Podría parecer otra ciudad de Nueva Inglaterra de postal, acomodada, tranquila. Hoy no lo es.

27 hogares amanecieron destrozados, con un vacío ya imposible de llenar. El resto despertaron golpeados, conmocionados. El viernes, Adam Lanza, un joven de 20 años, metió Newtown en esos oscuros anales del horror ya demasiado poblados en Estados Unidos, el enésimo enclave sobre el que para siempre se cernirá la sombra de una matanza.

Ocho niños y 12 niñas de entre seis y siete años fueron asesinados en la escuela primaria Sandy Hook por un joven al que sus conocidos han descrito como "inteligente y tímido", quizá afectado por una forma de autismo. La directora de la escuela, la psicóloga, y otras cuatro profesoras cayeron también bajo los disparos de las dos pistolas semiautomáticas que junto a un fusil de asalto Lanza se había llevado de casa de su madre, Nancy Lanza, una entusiasta de armas a la que también asesinó. Y Newtown dejó de ser, siquiera por un instante, esa ciudad que Dina Latimer, una mujer de 38 años, describió con su pequeña de 20 meses en brazos en su casa frente a la escuela como "el tipo de lugar donde quieres que crezcan tus hijos".

ENTRADA FORZADA Tomada por la prensa y por autoridades centradas en la investigación de la masacre, Newtown luchaba ayer por arrojar luz sobre las sombras. El lugarteniente Paul Vance aclaró que Lanza, que se suicidó en la escuela, había forzado su entrada allí el viernes por la mañana. Inicialmente se dijo que la directora le había dejado entrar al reconocerlo pero ayer se aclaró que la madre nunca fue profesora fija ni sustituta.

Vance también aseguró que en la inspección de la casa del asesino se habían encontrado "pruebas muy indicativas" para ayudar a identificar sus motivos. "Esperamos que ofrezcan una explicación completa de cómo y por qué", explicó. Hay, además, una superviviente a la que una bala solo alcanzó en el pie, que, según las autoridades "será de gran ayuda".

Mientras se esperan esas aclaraciones, empezó a llegar el revelado del horror. Las autopsias realizadas a todas las víctimas a unos 60 kilómetros de Newtown confirmaban ayer que todos murieron en homicidios por disparos. Al menos dos balas cada uno. A quemarropa. Cuando al forense Wayne Carver se le preguntó si los niños habían sufrido, contestó "si sufrieron no fue por mucho tiempo". El forense, impactado, llegó a describir: "Es lo peor que yo y mis colegas hemos visto nunca".

Por la tarde se hizo público el listado de nombres de todos los niños, y el horror tomó nombres y apellidos. Charlotte, Daniel, Olivia, Josephine... Los ruegos encarecidos de las autoridades para que se respetara la intimidad y la privacidad de las familias afectadas empezaba a resquebrajarse. Y algunos, como el saxofonista Jimmy Greene, que perdió a su hija Anna en la matanza, aprovechaban las redes sociales para agradecer las condolencias.

Newtown comenzaba, también, a crear sus héroes. En esa lista figuraban la directora de la escuela, Dawn Hochsprung, de 47 años, que cayó abatida cuando corría hacia Lanza, al igual que la psicóloga, Mary Sherlach, de 56 años, o Victoria Soto, de 27 años, que escondió a niños en un aula y trató de desviar al asesino hacia el gimnasio. "Las profesoras se concentraron en salvar a los niños", afirmó ayer a las puertas del centro la superintendente escolar, Janet Robinson.

En medio de esta conmoción, Estados Unidos vivió ayer otro incidente con las armas como protagonistas. Según informaban diversos medios internacionales, tres personas resultaron heridas por los disparos de un hombre que trató de entrar en un hospital de Birmingham, en Alabama, y que resultó luego muerto al enfrentarse a tiros con la policía en el mismo centro de salud. En este caso, el suceso no acabó en matanza.