Una de las coronas de flores más grande era la enviada por el grupo parlamentario popular en el Congreso, aquel tan lejano ideológicamente y que tan agrios enfrentamientos provocó entre el diputado de CHA y los conservadores. El gesto de los populares resumía a la perfección lo que ayer se vivió en el Palacio de la Aljafería. Unanimidad absoluta entre los centenares de dirigentes políticos que ayer visitaron la capilla ardiente de José Antonio Labordeta.

También fue conmovedor comprobar como Nieves Ibeas se derrumbaba y echaba a llorar desconsolada tras una columna del salón del trono de la Aljafería. Y cómo Luisa Fernanda Rudi le tendía un abrazo y le cedía un hombro para consolarla. Juan Alberto Belloch reprimía las lágrimas en sus declaraciones públicas y apenas podía hablar. Qué imagen tan distinta a la vivida tan solo once meses antes desde el balcón del Ayuntamiento de Zaragoza, cuando el cantautor ejercía de pregonero y el alcalde de Zaragoza sonreía pletórico.

El PP en bloque entró al salón San Jorge donde descansaban los restos mortales de Labordeta y besó a la familia, que desconsolada agradeció el gesto. La ministra de Cultura, junto a Marcelino Iglesias y la presidenta de CHA, Nieves Ibeas, copaban la primera fila, en la que también estaba el presidente de las Cortes, Francisco Pina, visiblemente afectado. Secretarios de Estado, diputados aragoneses socialistas como Membrado y Becana en los que se apoyó Labordeta durante su larga travesía de beduino en el Congreso.

La dirección nacional de CHA estaba abatida. No habían dormido y a primera hora de la mañana expresaron su dolor en una rueda de prensa en la que glosaron al compañero y explicaron cómo se iba a desarrollar una jornada tan larga como triste. También la política de los pequeños municipios dejaron su modesto homenaje en un día en el que todos se despojaron de sus siglas.