"No somos delincuentes, nuestro único delito es no tener trabajo". Eva tiene 45 años, vive en un piso compartido en Zaragoza, y defiende que recibir una ayuda de inserción no es motivo de estigma. Simplemente carecen de otra alternativa.

En estos momentos tiene dos hijos a su cargo y lleva casi tres año recibiendo un ingreso mensual algo superior a los seiscientos euros. Para llegar a fin de mes comparte piso con otra zaragozana que atraviesa una situación similar. "Compartir casa es la única forma que tenemos de vivir con algo de holgura", afirma. Además de los gastos también intentan ayudarse en algunas cuestiones domésticas para facilitar la conciliación.

Eva critica especialmente que necesitó casi ocho meses para renovar sus ayudas, aunque agradece que siempre ha estado asesorada por los servicios sociales. Atrás han quedado los meses en los que los pagos se retrasaban de forma indefinida y muchas personas en su situación tenían que recurrir a ingresos de urgencia para poder mantener sus hogares. Además, lamenta que durante el proceso se vivieron semanas de incertidumbre porque según la trabajadora social "la lista de espera" podía hacer que el ingreso acabara "en personas que lo necesitaban más".

El nuevo tiempo político es observado con algo de distancia. "Todos los políticos prometen cosas que luego nunca cumplen", asegura. No obstante, se muestra convencida de que en materia de derechos sociales "es difícil hacerlo peor que Rudi".

Eva se encuentra en paro en estos momentos y dedica una parte de su tiempo a participar en diversos programas de formación y en cursos de orientación laboral. También ha comenzado a estudiar para obtener el título de la ESO. "En la sociedad se perciben algunos cambios, pero los de siempre estamos luchando como podemos", asegura.