En septiembre, el turismo da un fuerte bajón en el Pirineo aragonés, en unos valles más que en otros. En la Jacetania, por ejemplo, el año pasado se registró una ocupación del 34,75%, es decir, la mitad de la que se ha producido este mes de agosto. "No es fácil prever qué ocurrirá este año, pues las reservas se hacen a última hora", indicó Pedro Marco, de la asociación empresarial de la comarca. El otoño y la primavera, afirmó, son los puntos débiles en cuanto a ocupación hotelera, por lo que "constituye un reto" conseguir atraer visitantes en esas épocas. Este año, además, septiembre y octubre no pintan bien porque no llueve, el monte está muy seco y no va a haber setas. Así lo piensa José María Ciria, de la Asociación de Empresarios del Valle de Benasque (AEVB), una zona que, no obstante, conserva cierto empuje a partir de agosto. Durante años, la desestacionalización ha sido la asignatura pendiente, pero muchas de las tentativas para romperla se han estrellado contra el hecho de que, una vez que empiezan las clases en los colegios, la montaña se despuebla. De ahí que ahora se intente ganar visitantes mediante el fomento de actividades concretas, a la espera de que la llegada de la nieve ponga en marcha las estaciones de esquí. Una apertura que, con el cambio climático, cada vez se retrasa más, ya que no es raro que los centros invernales no empiecen a funcionar a pleno rendimiento hasta enero. Los años buenos, cuando nieva en diciembre y se puede abrir para el puente de la Constitución, también se dan, pero no es la norma general. Y se da el caso de nevar en noviembre y diciembre y luego subir las temperaturas y quedar las pistas a cero de nieve en unas fechas avanzadas de la temporada, con las consiguientes pérdidas.