El escenario es el siguiente: Son las 9.55 horas de la mañana. Los vecinos de Purroy, a unos 36 kilómetros de Calatayud, están en el andén del pueblo. Ven pasar el tren regional pero, este pasa de largo. La lógico sería que el tren hiciera su parada ya que, dos minutos no suponen ningún retraso o, por lo menos, hasta ahora eso se creía. Dejando a un lado la lógica, el tren sigue su camino sin abrir sus puertas y, cinco minutos después, hace su parada en Morés.

Mientras, el AVE Madrid-Zaragoza pasa fugazmente por la parte trasera del pueblo. "Los mayores siempre decían que era imposible que por el trasmón --detrás del monte-- pasara un tren y mira ahora" a más de 300 kilómetros por hora y cada 20 minutos se ve y oye uno, explicó Francisco Ibáñez, de Morés.

Recortes

Desde el 1 de julio y, tras los recortes de las líneas deficitarias, según el Gobierno, varias localidades con escasos vecinos, pero "los de toda la vida", como dice orgullosa Isabel Langa de Purroy, se han quedado "aislados y sin posibilidad de movernos". Uno de los 22 vecinos de esta localidad con forma de herradura y escondida entre las montañas, José Fraca, se queja de que "nos han quitado el tren que pasaba a las 8.45 de la mañana dirección Calatayud, ahora, hasta las 17.20 no pasa ningún tren". "Esto no tiene sentido alguno porque dependemos completamente de Calatayud" y "los médicos, tiendas, supermercados... todo lo tenemos ahí", completó su mujer María. "¿Dónde vamos a las cinco de la tarde si los médicos ya están cerrados?". He ahí la cuestión.

En teoría, todas las localidades afectadas por la supresión de líneas de tren iban a disfrutar de una ruta de bus para sustituir esta deficiencia. Este fue el anuncio del gobierno. Los vecinos, lo desmienten. "Nosotros no tenemos nada, ni eso. ¿Para qué se empeñan en fomentar el turismo rural si luego nos dejan completamente aislados?" se pregunta, indignada, Isabel Langa. Esther Rojano, también de Purroy, asegura que "así solamente van a acabar con el pueblo".

Ruta fantasma

Pero Purroy no es el único que tiene este problema. También Morés, Terrasa, Embid de la Ribera o Alhama. Son solo algunos de los pueblos que han visto como sus andenes esperan a trenes fantasma. La idea que reina por los alrededores de la zona es "que estamos todos igual de mal", señaló Esther Rojano.

En esta historia de raíles, todos los pueblos acaban viéndose perjudicados. Los vecinos de Illueca acudían a Morés para poder coger el tren. Ahora, esa alternativa ha desaparecido y tienen que ir en coche hasta Calatayud. "En estos pueblos hay mucha gente mayor y, precisamente, son los que más usaban el tren porque no tienen coche ni pueden conducir ya. Son los más perjudicados", explicaba Fidel Pallán.

María Fraca, de Purroy, va a recoger firmas para presentarlas al ayuntamiento de Morés, ya que son una pedanía de este pueblo, y que, "por lo menos, nos pongan un autobús que nos lleve hasta Calatayud". Una iniciativa que desde el punto de vista de Francisco Ibáñez no tiene mucho futuro. Según este, "el Ayuntamiento de Morés no puede competir con Renfe".

Y de rebote, los vecinos consideran que el turismo rural se verá directamente perjudicado. "Todos los años paran los scouts en Purroy y están un par de días", decía orgullosa Isabel. Es más, María Fraca cuenta que "hasta el alcalde Belloch y su mujer vinieron un día al pueblo porque decían que desde el AVE les había llamado la atención".

No solo el turismo, temen que los agricultores que hasta ahora acudían a labrar los campos de los alrededores dejen de hacerlo. Con la nueva frecuencia "ya no lo harán", lamenta Isabel.

A los habitantes de Purroy les asusta la idea de quedarse aislados, de convertirse en un pueblo al que solo acuden familiares. Quieren mantener su esencia y se muestran esperanzadores de que el tren volverá a parar en un anden que se construyó hace apenas dos años. Fausto Ibáñez lamenta que "un lugar tan bonito como este, no puede estar abandonado".