Con un importante respaldo mediático, el PP ha convertido al presidente de la Asociación de Víctima del Terrorismo (AVT), Francisco José Alcaraz, en una especie de pimpampún contra el presidente del Gobierno por su política antiterrorista. Alcaraz ha asumido el protagonismo de esa doble victimización que está fraccionando en mil pedazos la AVT al tiempo que enrabieta a una parte de los españoles y los pone frente a Rodríguez Zapatero para frenar cualquier intento de diálogo con ETA. "Si Zapatero persiste en su afán de hablar con los terroristas daremos un paso adelante", ha advertido Alcaraz.

Sus palabras no son gratuitas. Lo que Alcaraz denomina "un paso adelante" puede encanallar la calle, como ocurrió el jueves cuando una mujer que se manifestaba con la AVT frente al Congreso de los Diputados golpeó a un fotógrafo con el palo de una pancarta. No es difícil imaginar qué puede pasar en la calle si el "paso adelante" con el que amenaza Alcaraz está promovido desde una patología.

El lunes pasado, Francisco Alcaraz explicaba en El País que le ha costado muchos años hacer frente al zarpazo que le propinó ETA el 11 de diciembre de 1987, cuando asesinó en Zaragoza a su hermano Angel, de 19 años, y a sus sobrinas de tres, Mirian y Esther. No es para menos. El dolor siempre constriñe, y si es por triplicado constriñe tres veces más. De manera que sobreponerse a ese desgarro puede llevar implícitos otros desgarros, y así lo entendemos quienes estuvimos el 12 de diciembre de 1987 en la plaza del Pilar de Zaragoza, porque sólo desde una perspectiva clínica se pueden llegar a entender los desvaríos de Alcaraz: o Alcaraz desvaría o tiene muy difuminada la realidad.

En El País , el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo habla con desprecio de los periodistas, y sustenta este desprecio en el día que se celebró en Zaragoza el funeral por las once víctimas del atentado de ETA contra la casa cuartel. Dice Alcaraz que cuando las víctimas estaban de cuerpo presente en el Pilar, los periodistas que cubrían el acto contaban chistes y se reían: "Mi cuñado les pidió respeto, y dijo que o se iban de dentro de la basílica o cogíamos los féretros y nos marchábamos. Así que los desalojaron y cuando salíamos fuera... nos lo pagaron", dice Alcaraz. Y añade: "Cuando salimos con los féretros de la basílica del Pilar nos tuvimos que refugiar porque nos tiraban (los periodistas) monedas y mecheros. Y eran especialmente sus compañeros de la prensa los que empezaron a tirarlos, sí, sí, la prensa", explica al redactor de El País .

"Es falso, absolutamente falso", afirma el entonces presidente del Gobierno de Aragón, Hipólito Gómez de las Roces (PAR), que presidió el funeral junto con los ministros de Defensa e Interior, Narcís Serra y José Barrionuevo, respectivamente. Igual de tajantes de manifiestan algunos de los periodistas que cubrieron aquella información y que desmienten categóricamente a Alcaraz. ¿"A quién benefician estas tonterías"?, se pregunta Gómez de las Roces, que recuerda con todo detalle el dolor y la crispación vividas aquella mañana en la que por dos veces tuvo que agarrar del brazo a Serra, hacia quien iban dirigidos los insultos que partían de un grupo de asistentes que saludaban a los féretros con el brazo en alto.

Efectivamente alguien tiró una moneda al grito de "estáis comprados", pero los testigos presenciales no saben muy bien a quién iba dirigida. Albert Montagut, director adjunto de El Periódico de Catalunya y entonces redactor de El País , cree que el destino de la moneda eran los ministros. Carlos Reguero, entonces director de informativos de Radiocadena, cree que era para los periodistas porque cayó junto a un fotógrafo.

No se puede negar la tensión de aquellos dos días. Había tanta que horas después del atentado el Rey se desplazó a Zaragoza para dar el pésame a las familias, visitar la capilla ardiente y consolar a los heridos, pero no pasó del aeropuerto. "He venido como padre", dijo. Y regresó a Madrid después de que las autoridades le cumplimentaran a pie de pista. Al día siguiente, la emoción y el dolor contenidos durante el funeral se desataron en extrema tensión cuando los once féretros salieron de la basílica. ¡Buitres!, gritó a los periodistas una mujer doblada por el dolor. "Era tan comprensible la rabia de esta mujer que nadie se inmutó", dice Maria José Cabrera, jefe de informativos de COPE Aragón, quien niega cualquier incidente por parte de los periodistas. ¿"En qué cabeza cabe semejante despropósito"?, se pregunta Daniel Llagüerri, entonces director de Antena-3.

Efectivamente nadie se inmutó, y la mayor prueba de respeto se encontró al día siguiente en las páginas de los periódicos: ni un primer plano, ningún protagonismo, sólo los once féretros que había dejado ETA. "Entré en directo desde la plaza y me temblaba tanto la voz que apenas se entendía lo que decía", explica Marina Fortuño redactora de la SER. Y es que la consternación era absoluta. "Los periodistas no éramos ninguna excepción", afirma Juancho Dumall, subdirector de El Periódico de Cataluña y redactor entonces de Heraldo de Aragón .

Ciertamente ningún periodista estuvo en la basílica. La mayoría habíamos sido testigos del rescate de los cuerpos de Mirian y Esther, dos muñecas rotas cuyos diminutos féretros provocaron un temblor que muchos arrastramos a nuestras respectivas redacciones.