Alejandro, uno de los detenidos en el altercado que estalló el pasado jueves al paso del grupo de la Policía Nacional en la Ofrenda de flores de Zaragoza, aún no salía ayer de su asombro por la situación que acabó con su arresto, así como con el de su mujer y su cuñado, por «un malentendido», un «delirio, de principio a fin». Una situación surrealista que acabó con los tres investigados por atentado y con una serie de lesiones -en su caso, un desgarro pectoral que aún no sabe si llegó a rotura- que les mantiene de baja laboral.

Él es bombero, y su mujer, como publicó Heraldo, es la letrada de la DGA (y exdirectora general de Administración Local) Paula Bardavío. El tercer detenido, su cuñado Juan Carlos, es agente de la Policía Nacional, hoy también de baja, con policontusiones y graves lesiones en la cara.

Su profesión es uno de los motivos que, a juicio de Alejandro, demostraría lo absurdo de la situación, pues fue su mujer, Patricia (hermana de Paula, y no detenida), la que supuestamente pitó al paso de la Policía. Solo que, según ellos, no lo hizo por eso, «¿qué sentido tendría?», explicaba su marido.

Los hechos tienen como precedente que las dos parejas, junto con una tercera y sus cuatro hijos, habían estado tomando vermut en el bar Estudios, de la calle que le da nombre. Iban a continuar el día de fiesta cuando, al pasar por la calle Alfonso, se quedaron a ver la ofrenda.

Según indicaba Alejandro, él de hecho se paró a hablar con dos de los policías locales que en pocos minutos les reducirían, ya que los conocía de intervenciones conjuntas anteriores. Y vieron pasar al grupo de oferentes de la Policía Nacional, donde él también tenía un conocido, «amigo dese los 15 años», y se pararon un momento.

Fue entonces cuando Patricia silbó, ni ellos tienen muy claro el porqué. «Igual podía haber saltado a la comba; silbó para llamarnos o en plan de cachondeo», continuaba el bombero. Pero fue tomado, por un público especialmente aplaudidor, con una crítica a las fuerzas de seguridad.

SITUACIÓN

Alejandro cree que, en otro contexto, la cosa no hubiera pasado de ahí. Pero «la gente está muy atacada» con el tema de Cataluña, entiende. Un hombre al lado de su cuñada comenzó a increparla, rápidamente pasó a las patadas, la hermana salió en su defensa y sin que a ellos les diera tiempo a intervenir, acudió la Policía Local, luego apoyada por algunos agentes de la Nacional, de paisano. «En dos minutos se montó el caos», al tercer hombre le registraron la mochila, a ellos los redujeron, por mucho que su cuñado gritaba que era policía, se escucha en los ví- deos. Y la mujer, entre la rabia y el desafío, seguía silbando.

A los tres detenidos les metieron en un portal, del que el agente salió con lesiones en la cara, que figuran en un parte aportado al juzgado. Durante la reducción en la calle, que a su juicio «se les fue de las manos», la gente aplaudía, les insultaba y gritaba «¡Viva España!». «¡Viva España, claro, pero hombre...», reponía Alejandro.

De momento no han denunciado ni declarado (no lo hicieron en comisaría), lo que quieren es «terminar con esto, que salgamos absueltos y sin antecedentes, porque todo esto es un sinsentido».

La Policía Local mantenía ayer que la actuación fue «correctísima» y que los agentes mediaron en un altercado generado por los tres al silbar e insultar.