No hace tanto que Zaragoza y el propio alcalde Juan Alberto Belloch sacaba pecho por contar con un cuerpo de voluntarios que estaban dispuestos a trabajar por su ciudad de forma gratuita, a cambio solo de un vestuario que les identificara, y realizando labores que iban desde atender a los turistas que llegaban a la capital aragonesa, respaldar proyectos emblemáticos como fue la candidatura a la Capitalidad Europea de la Cultura del 2016, asistir a ancianos o personas desvalidas en su día a día, trabajando codo con codo con los servicios sociales, o ayudar en la limpieza del Parque del Agua o las riberas del Ebro.

Esa marea de ciudadanos a los que no les importaba poner a disposición de su ciudad sus ganas por ayudar a que todo funione, su tiempo --muchas veces motivados por circunstancias como estar en el paro-- y también su ilusión por lucir esos colores que les identifican. Siempre con una sonrisa en la cara, como cuando se dieron a conocer en la Expo del 2008.

La respuesta entonces fue masiva, con más de 15.000 personas llegadas de diferentes ciudades españolas o del extranjero, y al terminar se demostró que ese respaldo de los zaragozanos no era algo puntual. Con más de 3.000 personas inscritas en este cuerpo municipal que el propio Belloch impulsó porque era la principal "joya" que había heredado Zaragoza de su muestra internacional --así lo defendió él mismo-- la capital aragonesa puede presumir de contar con una auténtica legión de personas que creyeron en la filosofía de que su labor importaba a todos.

Hicieron un papel fundamental en la Expo, pero también después. Con el Cuerpo Municipal del Voluntariado han estado en todos los momentos importantes de la ciudad prestando su apoyo y dedicación: lo hicieron en la presentación de la candidatura a la Capitalidad Cultural, tanto n Zaragoza como en Madrid (o en la recepción del jurado que evaluó el proyecto visitando la ciudad); estuvieron en la puesta en marcha del tranvía, en la que más de mil personas estuvieron ayudando a los usuarios a que entendieran un poco mejor como funcionaba todo; no faltaron a la cita de las fiestas del Pilar en ningún año desde el 2008 --el año pasado colaboraron más de 700 personas--, ni en Semana Santa, ni en Carnaval ni en ninguno de los actos puntuales que se iban produciendo.

Pero su labor no siempre era en actos de relumbrón institucional. También se crearon grupos de limpieza --las llamadas brigadas ecológicas-- que iban todos los martes, jueves y sábados en grupos de ocho personas a limpiar el Parque del Agua o las riberas del Ebro. O las más de 350 personas que le daban difusión a su dedicación en las redes sociales.

Por eso, si tan importante era este servicio, no entienden por qué se está dejando morir por la inacción de quienes les animaron a apuntarse a esta marea. Ahora parece que solo se les recuerda viendo la pasarela de Manterola que la ciudad les dedicó a ellos bautizándola como la pasarela del Voluntariado. Y ese pincho tan característico que también se ve desde la plaza del Pilar.

Los rumores se disparan

Mientras, el temor empieza a propagarse entre aquellos que lo único que sabe es, precisamente, que nadie les dice nada. Que ya no les llaman. No hay más que entrar en Facebook en Voluntariado por Zaragoza para ver mensajes como "la marea azul no puede morir"; o "¿qué está pasando realmente? porque desde el último correo que se recibió comunicando que en el més de marzo se trasladaba la sede del voluntariado, no se ha sabido nada más, y no se oyen mas que rumores"; o "no entiendo porque las cosas que funcionan se cambian".

Otros empiezan a animar a "correr la voz e informad de lo que se está fraguando. No sé si podremos hacer algo, pero que se sepa la el por qué vamos a desparecer.No lo sabemos y no es por dinero". Nadie entiende la razón de este "parón in-voluntario", ni de que este servicio "se le ha quitado el tren y solo queda la maquinista (en referencia a Marta Colomer)". Un claro grito de S.O.S. dirigido directamente al alcalde y la ciudadanía.