Rafael y su hijo, del mismo nombre, son dos de los tres habitantes de Fonchanina, una aldea situada a 1.500 metros de altura, en las faldas del monte de Castanesa. Más allá de Fonchanina, la única vegetación son los prados de alta montaña, que el incendio ha ennegrecido. "No ha pasado nada para lo que podía haber pasado", se consuela Rafael hijo.

Pero su padre, de 83 años, cree que nada hubiera sucedido si estuviera permitido cortar y quemar controladamente la maleza. "Pasa lo que pasa porque los forestales no dejan tocar nada", opina el anciano. Él fue evacuado al hotel Monsant, en Vilaller, nada más declararse el fuego. "Me fui intranquilo, pues me pasaba por la cabeza que podía quemarse la casa", afirma.

Sin embargo, las llamas respetaron su hogar. Pero no fue una casualidad. El dispositivo antiincendios combatió el fuego con ocho helicópteros, tres hidroaviones y numerosas cuadrillas terrestres hasta que quedó totalmente extinguido.

El hijo de Rafael permaneció en Fonchanina y se integró en una brigada para echar una mano frente al fuego. Desde su vivienda, que se asoma al río Baliera, el panorama es desolador. La tierra ennegrecida, desprovista de vegetación, trepa desde la misma ribera hasta la cumbre de las montañas, de más de 2.000 metros de altitud.