Siendo un clásico la permanente rivalidad entre el norte y el sur, siendo una constante siempre avivada por las crisis económicas, como la que nos atañe, su origen habría que buscarlo, como las raíces de tantos otros fenómenos que nos parecen, sin realmente serlo, actuales, en la antigüedad clásica.

Cuyas geografías resultan a menudo paradójicas a nuestra actual comprensión, pues España e Italia, por poner un caso meridiano, no siempre han sido ni encarnado el sur. En la época de las guerras púnicas, por ejemplo, Roma era el norte, el imperio, la industria... y Cartago el sur.

Las guerras púnicas no sólo pusieron de manifiesto que había dos maneras bien distintas de entender la guerra entre las naciones que se disputaban el mundo antes de la venida de Cristo, sino también de entender la paz, la convivencia, el derecho y la economía en aquel tiempo.

Frente a los industriosos romanos de las primeras legiones, de los Régulos y Escipiones, frente a su disciplina y rigor, la fantasía y libertad de los pastores y marinos cartagineses puso una nota de color y frescura, la más mediterránea y sureña. Frente a la regulación romana, la anarquía del Magreb. Frente a los césares, los sufetes. Frente a los Escipiones, los Barca. Pero ambos mundos, el norte y el sur, el romano y el cartaginés, estaban demasiado cerca, con tan sólo la isla de Sicilia por el medio y, antes o después, tenían que chocar y golpearse hasta quedar, nada más, uno.

Esa tragedia, ambientada en la primera guerra púnica, es la que Pedro Santamaría nos relata en El águila y la lambda, una recreación histórica, novelada, de aquel primitivo Cartago asediado por las legiones del águila romana.

Corría el año 256 a.C., pero los cartagineses no estaban solos, Un grupo de militares espartanos les asesoraba en la defensa, buscando derrotar a Roma por primera vez, y con armas tácticas parecidas a las que ellos empleaban.

Pedro Samtamaría, el autor, un joven escritor español, santanderino, licenciado por la Universidad de Canterbury, ha seguido muy de cerca, para poner en pie su novela, los textos del historiador Polibio.

El resultado es ágil y didáctico a la vez. Y una amena manera, como les decía al principio, de conocer el sur antes del sur.