Regresan los espías a la cartelera de la mano del director Anton Corbijn, que ha vuelto a adaptar al cine el espíritu atormentado de los espías de Le Carré, con su aire de malditismo y guerra fría. En esta ocasión, la película protagonizada por el malogrado Philip Seymour Hoffman se centra en el servicio ultrasecreto alemán, enfrentado con la CIA por una operación contra una célula durmiente en Hamburgo.

Los espías españoles están casi todos en Cataluña, donde vienen realizando lo que ellos entenderán por una labor de cimentación del Estado desde la socavación del nacionalismo catalán.

También ahí se libra una guerra fría. Los pufos de los Pujol, sus cuentas y paraísos fiscales, sus coches de lujo y hoteles han cambiado la seria imagen del molt honorable por la de un presunto delincuente fiscal rodeado de conseguidores y horteras como su hijo mayor.

Un duro golpe para Artur Mas, cuyos espías han vuelto de Escocia con el rabo, la ilusión y la estadística entre las piernas, convencidos de haber sido víctimas de una conspiración de Cameron, la Reina Isabel, el Reino de España, la troika, el establishment y la Iglesia católica. Sin trabajo en Escocia, los espías y asesores de Mas tendrán que volver a sus tradicionales tareas: restablecer las maltrechas finanzas de CiU, minar al socio de Esquerra, hacerse con los patrones municipales para poner cajas de zapatos en los bares en la consulta de noviembre y convencer al resto de España y del mundo que tuvieron reyes, Corona, imperio, que fueron nación, reino, emporio, no como esos pobres aragoneses cuyos Bienes están a buen recaudo en Lérida y Montjuic.

Y mientras en España seguimos con este monipodio, los espías de verdad, los de la CIA, se juegan el tipo en Bagdad. Sucede ahora es que ya no tienen tropas de tierra, ni cientos de agentes, porque Obama ha reducido el personal, el material, la partida, limitando sus operaciones al bombardeo aéreo y al dron. Por esos recortes, los marines se han visto impotentes de abortar el nacimiento de un Estado Islámico que supone una nueva amenaza para occidente. El amortizado Obama cada vez recuerda más a los republicanos, que ya están al caer por la Casa Blanca, a aquel buenazo de Jimmy Carter, al que los ayatollahs casi se meriendan con manteca de cacahuete.

¿Tenemos espías en Aragón? ¿Para qué, si no queremos expandirnos?