Las hegemonías en la Champions suenan a fútbol del pasado, a las Copas de Europa en blanco y negro. Frente a la experiencia del Real Madrid, que busca su tercer título seguido, la ilusión del Liverpool, de su técnico Klopp y de su estrella Mohamed Salah, nuevos ídolos que aspiran a remover el orden establecido. Con la columna vertebral del equipo casi intacta, el Madrid llega a otra final con el poso que da la experiencia (20.45). «Seguro que un segundo antes del partido ellos estarán más tranquilos. Pero los partidos no duran un segundo», dijo Klopp. «Sería bonito ganar tres Champions seguidas, pero lo vivo con normalidad. Es mi pasión, me gusta competir», contestó Zinedine Zidane.

«Como dijo Isco, el marrón me lo como yo», explicó Zidane sobre la alineación, para la que dispone de toda la plantilla. La gran duda es Bale o Benzema para acompañar a Cristiano Ronaldo en el ataque, del que Zidane dijo que «vive por jugar estos partidos».

Con espacios, Bale parece mejor opción, sobre todo ante un equipo valiente que puede presionar arriba. Pero la confianza que ha demostrado Zidane siempre en su compatriota, y la lógica apuesta por el balón, con Modric, Kroos e Isco en el campo; da la delantera a Benzema. Sorprendería una apuesta por el 4-3-3, lo que sacaría a uno de los centrocampistas del equipo. «Dejar fuera a jugadores es lo más duro, pero todos pensamos como equipo. Puede haber alguien decepcionado por no jugar, pero desde el banquillo se puede aportar», concluyó el entrenador del Madrid.

La gran virtud de este Madrid, renacido tras la catastrófica temporada en Liga y Copa, puede no ser tanto lo que ponga en el once titular sino lo que se guarda en el banquillo. Ya se han visto esta temporada partidos atascados, revolucionados y resueltos por Lucas Vázquez y Asensio desde el banquillo. Con ellos, el Madrid ha dado el mejor nivel de la temporada, en los momentos más decisivos.

El duelo clave del partido está en la banda de Marcelo y Salah. El brasileño es decisivo tanto en ataque como en defensa. El egipcio, que antes de llegar a Liverpool era un velocista al que le acompañaba la etiqueta de fallón, ahora es una estrella. Ha dado el salto hasta convertirse en uno de esos jugadores que marca casi todos los partidos. Mané recuerda al joven Salah, además es rápido, intenso, eléctrico… pero también impreciso. Firmino, por su parte, es el eje sobre el que pivota todo, el que trenza jugadas y abre los huecos por los que corren sus flancos, también los laterales. Alexander-Arnold y Robertson son rápidos, jóvenes y entusiastas, toda la debilidad que tienen en defensa es potencial en ataque.

El Liverpool juega intenso, junto, como una unidad, que presiona con todo y que aprovecha como nadie esos minutos de locura colectiva que provoca casi en cada partido, a los que también es muy dado el Real Madrid. Se encuentra cómodo sin llevar la iniciativa, en un partido de batalla, de ida y vuelta, de momentos de locura. Para eso es perfecto el centro del campo red: Wijnaldum (Emre Can llega justo para estar en el banquillo), Henderson y Milner, un bregador con inteligencia de juego. «No somos solo un muy buen equipo de futbol, este club tiene un ADN para conseguir grandes cosas. Nadie nos esperaba, pero aquí estamos. Por eso somos el Liverpool», se reivindicó Jürgen Klopp.

El Liverpool ha llegado a la final con exhibiciones ofensivas y preocupantes lagunas defensivas. El equipo es un caos organizado. «Sobre todo tenemos que estar convencidos y tranquilos», repitió Klopp.