Pareció que sí, que la llegada de Raúl Agné había servido para resucitar al Real Zaragoza, que andaba camino del calvario en las últimas semanas de Luis Milla, como tantas veces en los últimos años. Debutó el entrenador de Mequinenza con una victoria de alivio ante el Almería (2-1). Después estuvo cerca de ganar en Mallorca (2-2), donde no se quedó con los 3 puntos pero pareció bien otro, sobre todo en cuanto a intención ganadora. En la tranquila victoria frente al Mirandés (2-0) asomaron virtudes para pensar que Agné había contagiado a su equipo del temperamento que se le presumió desde su llegada. No fue así.

Probablemente la derrota de Getafe fue la más injusta de toda la temporada, pero ese día arrancó la nueva racha de Agné, partido por la mitad en su trayectoria zaragocista. Dos victorias y un empate para empezar. Dos derrotas y otra igualada después. La consecuencia es que el equipo aragonés ha sumado solo un punto de los nueve últimos. Como Milla, si bien es cierto que la mala racha del turolense se estiraba tres semanas más, con solo tres puntos de 18 posibles.

En términos numéricos, el promedio sumado por Agné solo es un 0,15 mejor que el conjunto de Milla (1,18 puntos por 1,33), que logró 13 puntos en 11 jornadas y había sumado 3 más que el mequinenzano al alcanzar la media docena de partidos. Números todos insuficientes, malos, como las sensaciones de un Zaragoza capaz de engullir entrenadores de cualquier tipo o condición