Aires de revancha surcaban el desierto catarí. España y Dinamarca se volvían a medir en un Mundial dos años y un día después de aquella final que encumbró a los hispanos en el Sant Jordi. El choque de apisonadoras, cargado por la presión de estar jugándose un billete para la lucha por los metales, fue parejo. Y al final, los detalles acabaron decidiendo. Cañellas, con un lanzamiento de casta y galones, decidió el pulso a dos segundos del final (24-25). Los vigentes campeones se jugarán mañana el pase a la final con Francia, que ha ganado seis de los últimos ocho grandes torneos.

Olía a gran encuentro, con Noddesbo, Mikkel Hansen y Eggert retando al actual campeón. Pero la defensa, el principal activo de España tanto en el pasado Mundial como en este, se iba afianzando. Pérez de Vargas, que está completando un grandioso torneo, comenzaba a superar en paradas a Landin, uno de los mejores porteros del mundo. Eggert, que llevaba cinco goles en el primer cuarto de hora, se empezaba a encontrar con su esquina cerrada. Y Hansen, el motor de la nave escandinava, no se sentía cómodo ante la intensa vigilancia pero con una acción individual situaba las tablas al descanso (11-11).

La seguridad en los penaltis de Rivera (10 goles) y la determinación de Entrerríos eran las mejores armas españolas en una segunda mitad en la que la defensa empezaba a flaquear, dejando demasiados espacios a Mensah y a un Hansen que si no se le ata en corto es un jugador letal. Pero poco a poco fueron emergiendo las figuras de Cañellas y de Aginagalde. El pivote volvió a demostrar que es tan decisivo por las tantos y penaltis que genera como por los espacios que crea para sus compañeros. En la última jugada Aginagalde le hizo la pantalla mientras Cañellas soltaba el latigazo que abría las puertas de las semifinales. El viernes se encontrarán con la temible Francia. En la otra semifinal se medirán Catar y Polonia.