Pablo Hernández lo fue todo en el balonmano nacional. Jugó 19 temporadas en la máxima categoría como portero. Ahora tiene 38 años y está retirado de la competición, pero se dedica a entrenar a los porteros cadetes y juveniles de Corazonistas, el colegio donde se formó como jugador. El martes por la noche se enteró de una mala noticia cuando finalizaba el entrenamiento con sus chavales. «Fue Sergio Durban el que me comunicó la muerte de Alfonso Mateo a los 82 años. Ya sabía que estaba fastidiadete», reconoce Hernández.

Alfonso Mateo es uno de los padres del balonmano aragonés cuando nació en la prehistoria del deporte zaragozano. Lo fue todo, desde jugador a entrenador, árbitro y el primer presidente de la Federación Zaragozana de Balonmano. Pablo es un poco parecido de carácter al malogrado Alfonso Mateo. «Ambos somos tranquilos, intentamos educar y enseñar, sin malos gestos». Mateo lo entrenó durante un año. «Fue cuando yo era infantil de primer año. Era increíble su manera de ser, una enciclopedia del balonmano. Iba siempre con buenas palabras, nadie tenía una mala palabra sobre él», dice.

Mateo no tenía enemigos en un deporte en el que la rivalidad ha sido siempre muy grande entre las mejores canteras del balonmano zaragozano. En Maristas, el eterno rival, era una persona admirada. Tenía muchos amigos, entre ellos el fallecido Carlos Polo y Luis Pedrero. “Era muy humano. No tenía enemigos y trataba a todo el mundo por igual. Como entrenador era muy bueno, muy didáctico y no se complicaba la vida. Tenemos pensamientos muy similares puesto que lo importante es defender bien y correr», explica Luis Pedrero, una leyenda de Maristas que ahora tiene 76 años. Con Alfonso Mateo no había rivalidad entre Maristas y Corazonistas. «Hace 20 años se formó el Digsa gracias al interés de Alfonso con jugadores del Iberia y algunos de Maristas», explica Pedrero.

Corazonistas siempre ha sido una fábrica donde se han formado grandes jugadores de balonmano. Alfonso Mateo fue su iniciador y ahora sigue luchando por los títulos regionales con los clásicos Dominicos y Maristas. Paco Berna es uno de los continuadores del trabajo de Mateo. Con 76 años pasa muchas horas todos los días con los benjamines en el pabellón del colegio. «Para Alfonso lo principal era el juego limpio. Compartía su idea de que había que evitar los agarrones y empujones y no utilizar el balón con pega. Él decía, el que más corre y menos balones pierde es el que gana».

Los inicios

Lo conoció cuando Berna tenía nueve años. «Alfonso tenía 15. Lo veía jugar a balonmano once en el campo de tierra del colegio, en lo que es actualmente el pabellón. Jugué con él en el Iberia y el San Fernando y desde pequeño era mí ídolo. Alfonso jugaba de interior izquierda. Como lanzador era bastante bueno y tenía muchos recursos. Sabía mucho más de balonmano que lo que se creen ahora algunos ingenieros».

Uno de sus grandes triunfos como entrenador fue el Campeonato de España cadete a principios de los ochenta. El año siguiente disputó el Campeonato de Europa en Siracusa. En ese equipo estaba Félix Latre, que ha sido entrenador de Corazonistas durante 33 años. Este profesor de Matemáticas de Corazonistas dejó de entrenar el año pasado. «Recuerdo que en ese histórico equipo estaba mi hermano José Luis, Nacho Revillo, Chema Bello, Antonio Martínez, Jesús Bolea, Fernando Bolea...», afirma Latre.

Para Latre, Alfonso Mateo era «como mi padre y me marcó como persona. Entrenó a mis hermanos y a mí en Primera Nacional. Daba importancia al trabajo en equipo. Hay cosas que evolucionan, pero en Coras el espíritu se mantiene. Aquí vemos a los rivales como alguien que te ayuda a mejorar», concluye Latre.