El CAI Aragón acababa de empatar el partido de ida de la final de la Copa EHF ante el Magdeburgo y 12.000 espectadores. Con el eco de las grandes tardes aún sonando en el pabellón, Antonio Mincholé, segundo entrenador, salía por el pasillo de los vestuarios cabeceando y mascullando: "Qué animal, qué bestia". Hablaba de un pelirrojo de dos metros, polaco para más señas, con un bazoka por brazo, que acababa de culminar su gran actuación con un obús desde los 12 metros que sorprendió a Beno Lapajne y empató el partido en el último suspiro (30-30). Hablaba de Karol Bielecki, que el sábado volvió a jugar en el Felipe liderando a la selección polaca, con 30 años y un solo ojo.

El 11 de junio del 2010, Bielecki disputaba un amistoso con la selección polaca. Se enfrentaba a Croacia y, en un lance del juego, el pulgar de Josip Valcic impactó en su ojo izquierdo. Comenzó a sangrar y fue inmediatamente trasladado a una clínica en Kielce. Fue operado en dos ocasiones, en Polonia y en Alemania, y aunque los médicos trataron por todos los medios salvarle parte de la visión, la perdió debido a los daños sufridos en el globo ocular y la pupila.

1.000 goles en Alemania

Llegó a plantearse la retirada, incluso públicamente, podía haber sido el final de su carrera. O, al menos, un serio punto y aparte. Porque Bielecki era una de las estrellas de Polonia, de la Polonia más competitiva de la historia, y uno de los cañoneros de la Bundesliga. Pero su trayectoria deportiva no solo no se detuvo sino que, con unas gafas adaptadas para proteger la zona y un entrenamiento especial para acostumbrarse a su nuevo campo de visión, volvió a las pistas. Dos meses después del accidente, disputó de nuevo un partido oficial con su equipo de entonces, el Rhein Neckar. Hizo 11 goles.

Bielecki es el clásico cañonero. Un lanzador de lejos capaz de resolver partidos, algo muy cotizado en el balonmano. Estuvo nueve temporadas en la Liga alemana, la más poderosa del mundo, cuatro en el Magdeburgo y cinco en el Rhein Neckar Lowen, anotando un total de 1.073 goles. En su primera campaña tras quedarse sin un ojo hizo 114 dianas. El pasado verano optó por volver a casa, al Vive Targi de Kielce, en Polonia, donde todo había empezado casi una década antes.

Descartado por delgado

De niño jugó al fútbol y probó también con el baloncesto, hasta que un profesor de educación física le encaminó en el balonmano. A los 15 años intentó ingresar en una escuela de élite de Polonia, pero le rechazaron por ser demasiado delgado. Uno más tarde, en 1997, se convirtió en el jugador más joven en la segunda división polaca. Dos años después estaba en el Kielce. Lideró a la selección polaca sub-20 al primer oro de su historia en el Europeo del 2002.

El Magdeburgo pagó 200.000 euros por él en lo que sigue siendo el traspaso más caro de un jugador polaco de balonmano y cuando los gladiadores dieron un paso atrás por problemas económicos, fue vendido al Rhein Neckar, donde estuvo tres campañas más. Con el club de la antigua Alemania del este logró una Copa EHF, ante el CAI Aragón en el 2007, y con el Rhein Neckar fue tercero en la Bundesliga y un habitual de la Liga de Campeones. Su palmarés se completa con el oro sub-20 con Polonia y con la plata en el Mundial 2007 y el bronce en el 2009 con la absoluta, la época dorada de Polonia.

La trayectoria de Bielecki ha estado muy ligada en los últimos años a Bogdan Wenta, exjugador del Bidasoa de Irún --donde coincidió con Fernando Bolea-- y entrenador del Magdeburgo primero y del Vive Kielce polaco ahora, además de seleccionador nacional los últimos ocho años. Dejó el puesto tras no clasificarse para los Juegos de Londres, motivo por el que el propio Bielecki había decidido abandonar también la selección. Pero el lateral pelirrojo atendió la llamada del nuevo técnico, el germano Michael Biegler, para regresar en este Mundial. De nuevo con el 8 a la espalda, el sábado disputó 14 minutos y anotó un tanto.