Los éxitos de todas las categorías de la selección hacen que España sea un modelo a seguir en el baloncesto y una de las razones principales por las que el entrenador español está tan solicitado, tanto para dirigir equipos como para impartir clínics y charlas en todo el mundo. Es el caso de Santi Pérez, ayudante de Víctor Lapeña en el Mann Filter, que ha estado una semana en Chiba y Tokio impartiendo clínics a niños de entre diez y quince años.

«La historia empezó hace un par de años, en el Mundial femenino sub-17 que se celebró en Zaragoza y en el que estuve colaborando con la selección española. Vinieron unos entrenadores japoneses interesados en alguien que conociera la cantera y el método de entrenamiento de España y se organizó un clínic que lo ofrecí yo. La temporada pasada vino una olímpica japonesa que estuvo visitando tanto al Mann Filter como al Tecnyconta», explica Santi Pérez, que no es la primera vez que se embarca en una experiencia así. El año pasado estuvo coordinando un campus en Bolivia.

Pérez aprovechó la semana para entrenar y conocer un poco mejor Japón. «He visto entrenar a equipos profesionales y he realizado clínics a jugadores y entrenadores, incluso he mantenido alguna reunión con alguna persona de la federación japonesa. Ha sido una experiencia muy gratificante», señala. Estuvo con grupos de unos 30 niños de diferentes edades y niveles, alguno destacado a nivel nacional. Pérez se maneja en inglés y tenía un traductor, pero aprendió también unas palabras básicas en japonés para poder dirigirse a los niños y ganarse su atención y confianza.

El entrenador zaragozano destaca varios aspectos de su experiencia, como las ganas de mejorar y aprender que ha encontrado en el baloncesto japonés y las cuestiones culturales que acaban impregnando también el juego y la forma de trabajar en una pista. «Me ha llamado la atención que el baloncesto asiático está en crecimiento, no estamos hablando de una tercera línea mundial. Es una cultura distinta en general basada en el respeto, se potencia mucho el respeto a la figura del entrenador. Todos los niños te saludan al entrar y al despedirse. Y luego me ha maravillado su capacidad de trabajo. No es que en España no pase, pero son muy machacones, trabajar y trabajar, lo que les dices se esfuerzan en corregirlo».

También le llamaron la atención positivamente las instalaciones y, sobre todo, el cuidado con el que las tratan. «Ellos los llaman gimnasios y son de un nivel medio alto. Pero sobre todo es cómo los cuidan. No puedes entrar con el mismo calzado a la pista que con el que vienes de la calle, está prohibido. Y nada más acabar de sesión lo limpian los propios niños», indica. Además de baloncesto, aprovechó para acercarse un poco más a la cultura nipona. «Vi el Skytree, que es la torre más alta de Tokio, el barrio de la torre y el templo de la ciudad de Chiba y tuve la suerte de ver una casa de samurái antigua, tradicional, en la que había que ir descalzo por el tatami. He comido todas las cosas tradicionales, haciéndome con los palillos y conociendo alguna norma de educación de ellos como bendecir la mesa antes de empezar o cómo hay que comer la sopa. Si no haces ruido parece que no la estás disfrutando, tienes que sorberla».