—¿A qué se dedica ahora?

—Estoy en Valencia muy bien. Estaba entrenando a un infantil en el Valencia y desde hace dos meses me propusieron estar en la dirección deportiva y en la secretaría técnica. Soy el encargado de controlar a muchos jóvenes a nivel nacional e internacional, estoy viendo mucho fútbol y por eso estoy muy contento.

—Cuando daba sus primeros pasos en Primera en el Villarreal fue titular en el descenso del 2002 del Real Zaragoza en El Madrigal, ¿cómo recuerda aquel día y los incidentes a la conclusión del choque?

-Lo recuerdo perfectamente. Al Real Zaragoza solo le valía ganar, nosotros ya no nos jugábamos nada y el equipo se veía que estaba muy mal, había una gran desesperación. Imagínese un club con los jugadores que tenía cuando se ve en esa situación es complicado. El recuerdo no fue muy bueno porque fue desagradable el final y la tangana con el Toro Acuña, Palermo y demás.

—No se le vio en las imágenes de la trifulca, ¿dónde estaba?

—Siempre he sido muy discreto para eso. Es algo desagradable y a mí nunca me ha tocado, gracias a Dios, vivir una situación así porque nunca he descendido ni he tenido ningún fracaso estrepitoso en ningún equipo. Siempre he sido muy respetuoso con el equipo contrario cuando ha tenido que sufrir una cosa así porque es muy duro.

—Al final del verano del 2008 firma por el Real Zaragoza en Segunda cuando venía de entrar en Europa con el Racing de Santander, ¿cómo se gestó ese fichaje?

—Fue una situación un tanto rara porque no es normal que un jugador estando en Primera Division y en un año en el que iba a jugar la UEFA vaya a un equipo de Segunda. En Santander, a pesar de que habíamos hecho un año muy bueno, la situación económica y del club no lo era tanto. El hecho de que viniese Marcelino a Zaragoza fue muy importante porque apostó por mí igual que hizo para traerme del Valencia al Racing. Le conocía bien, sabía lo que quería y que tendría éxito seguro. Decidí dar el paso de ir al Zaragoza a Segunda pero con la ambición de subir a Primera División y crear un proyecto bueno para intentar meter al equipo en Europa, pero ya sabemos lo que ocurrió. Siempre he estado muy contento del paso que di aunque me encontré un club muy convulso, con muchos problemas y, con el paso de los años, te das cuenta de que se hicieron muchas cosas mal y el club lo está pagando.

—¿Se sintió presionado por la apuesta tan fuerte del club y de Marcelino por su fichaje, dado que se pagaron 3 millones de euros por usted?

—No porque estaba en una edad madura y para mí era un reto. Tenía el compromiso de venir a Zaragoza, de devolver a un club grande a lo que tenía que ser y luego hacer las cosas bien y meter al equipo al Europa. Luego la gestión fue la que fue. En mis tres años en Zaragoza primero logramos el ascenso y los dos siguientes fueron duros. El club se mantuvo en Primera y, aunque pareciera que era poco, era mucho viendo la situación actual.

—¿Le vendió a usted y a otros compañeros Agapito la ‘moto’ de que se iban a jugar competiciones europeas a corto plazo?

—Nadie me vendió la moto, pero las conversaciones que tuve, sobre todo con el cuerpo técnico, era que ellos habían ido con la condición de hacer un equipo fuerte para ascender, que es cierto que se hizo, y que luego en Primera iba a hacer un proyecto fuerte también para meter al equipo en Europa. Personalmente, Agapito nunca me dijo eso.

—Su fichaje y otros como el de Arizmendi hicieron que el Real Zaragoza se hipotecara a unos niveles que sigue sufriendo.

—Creo que viene de más atrás, del año en el que se descendió que nadie pensó que iba a pasar. Se mantuvieron jugadores para volver a ascender que tenían fichas altas, se firmaron también futbolistas con sueldos altos, pero lo fuerte fuerte fue el año del descenso en el que se fueron de la mano las fichas. Quitando a los grandes, el Zaragoza era de los que mejor pagaba y eso fue un exceso.

—¿Cómo recuerda a Agapito Iglesias?

—Como presidente era cercano, le gustaba tener una buena relación con los jugadores, con toda la buena intención se metió en el Zaragoza para hacer un equipo grande. Cuando entró así lo hizo, llegó a la UEFA, pero cuando empezaron a venir los reveses fue cuando quizá o no estuvo bien asesorado o no se rodeó de la gente adecuada y comenzó a dar bandazos y a hacer cosas extrañas. En el trato personal con él, yo como jugador, tengo un buen recuerdo de él porque se preocupaba por nosotros. No tuvo suerte pero sus intenciones fueron buenas.

—A aquel equipo con nombres tan reconocibles le costó arrancar en Segunda, ¿por qué?

—La Segunda División es difícil, complicada y se puede ver todos los años. Aquella temporada éramos el equipo a batir porque éramos un equipo de Primera en Segunda. Los partidos de cada rival contra nosotros era el partido del año y eso supone mucho. Es como comparar cuando los equipos juegan contra el Madrid o el Barcelona y nosotros aquella temporada nos pasaba eso. El club venía de un descenso y cuesta acoplar a la gente, pero el equipo fue de menos a más y conseguimos un ascenso que quizá veía como algo obligado pero no fue fácil y los que estuvimos dentro sabemos lo que costó.

—¿En qué aspectos costó más el ascenso?

—Lo que más costó fue que todo el mundo daba por hecho de puertas hacia afuera que íbamos a subir y jugar con eso no es fácil. Si como equipo no eres fuerte, realista y no sabes que cada partido hay que trabajarlo bien, al final por muy buenos jugadores que tengas, no lo consigues. Lo más difícil fue aislarse de que íbamos a subir de calle.

—Igual que el equipo, al mejor Jorge López se le vio al final de la temporada.

—Jugué bastante, hice goles y aporté mi granito de arena para conseguir el objetivo. Estoy satisfecho del rendimiento que di.

—Marcó el tanto de la sentencia en Salamanca, ¿sintió que era el gol del ascenso?

—Fue todo. Cuando un equipo asciende es una temporada muy larga. Hay momentos puntuales como ese gol o el partido del Córdoba, pero para llegar a eso hay que ser un equipo muy sólido y regular. Conformamos un buen grupo y los buenos grupos consiguen los objetivos.

—Tras el retorno a Primera sufrieron una temporada muy convulsa y complicada, ¿qué sucedió?

—Hasta diciembre, que fue el cese de Marcelino, fue un año difícil. Se iba a reforzar el equipo y no se hizo como parece que el cuerpo técnico quería, hubo bastantes problemas e hicimos una primera vuelta bastante mala. Después vino Aurelio Gay de entrenador y vinieron siete jugadores en el mercado de invierno. Nos dieron mucho aire, nos ayudaron mucho, reaccionamos y logramos la salvación.

—Marcelino apostó muy fuerte por usted pero fue destituido, ¿cómo le afectó?

—Personalmente afecta porque es un entrenador que confió en mí, sabía cómo trabajaba, lo que te pide y que te deja las cosas claras. La sensación que tengo de mi paso por el Real Zaragoza es que el primer año y medio como yo había venido con Marcelino, cuando se fue era como que no estaba comprometido. Empezó la gente a criticarme y a pitarme. El último año y medio fue mucho más duro en ese sentido porque la afición la tomó conmigo pero son cosas que pasan. Ese año y medio fui uno de los capitanes, estuve muy comprometido, siempre estuve disponible para jugar y, evidentemente, uno podrá rendir más o menos en el campo, pero no se me podrá achacar el compromiso con el club hasta el último día.

—¿Le dolieron los pitos y las críticas?

—A ningún jugador le gusta que su propia afición le pite, sobre todo cuando está dándolo todo e intentando hacerlo lo mejor posible. Entiendo que mi forma de jugar siempre ha sido de extremos, o te gustaba mucho o te podía desesperar. Con lo que siempre estoy muy tranquilo es con que siempre he dado lo máximo en todos los clubs en los que he estado. De hecho, en el Zaragoza más porque fui uno de los capitanes. La gente de fuera muchas veces se guía por sensaciones y no es conocedora de lo que pasa en un vestuario.

—Cumplió los tres años de contrato que firmó y dejó el club, ¿cuándo notó que era el momento de cambiar de aires?

—Mi etapa en el Zaragoza terminó porque quise ya que me ofrecieron renovar un año más, pero no lo vi claro. No estaba del todo a gusto y decidí irme. Mi sensación era que no estaba cómodo. No tenía nada pero a última hora me salió la oportunidad de ir a Grecia y de vivir una experiencia en el extranjero.

—¿Qué valoración hace de su paso por el Real Zaragoza?

—Muy buena. Hasta este año he seguido viviendo en Zaragoza. Desde mi salida jugué al fútbol tres años más en Grecia, Bélgica y en el Cádiz y siempre he mantenido mi casa de Zaragoza. Le tengo muchísimo cariño, tengo muchos amigos y estuve tres años allí muy contento. No tuve suerte en el sentido de que viví tres temporadas en las que se empezó a gestar lo que es ahora es el club. Quizá no fue el mejor momento, pero es un club señor.

—¿Con qué momento se queda?

—Con el ascenso y, sobre todo, lo que siempre recordaré es la salvación contra el Levante. Ese día fue espectacular, la gente demostró que lleva al Zaragoza muy dentro, estaba Valencia inundada de zaragocistas y el estadio parecía La Romareda. Ese apoyo y ese sentimiento es muy bonito. Fue emocionante porque ir fuera de casa y ver a toda la gente era una barbaridad. Eso demuestra que cuando se necesita de verdad, la afición está porque quiere a su club.

—Aquel partido sigue señalado por su presunto amaño.

—Solo hay que ver las imágenes para darse cuenta de que fue un partido completamente normal. Se lleva mucho tiempo con este tema y no han sido capaces de demostrar nada y quedará en eso, en nada. Como futbolista que jugó y participó en ese partido, no hubo nada.