--¿De dónde sale la idea de reunir a los veteranos del Real Zaragoza una vez al mes?

--No nos reunimos los veteranos, nos reunimos los más veteranos (ríe). Esto empezó cuando me quedé con un local en el Actur, en una zona que es poco comercial. Entonces los veteranos nos veíamos poco. Aparte de la comida anual, el resto era más por casualidad. Así que decidimos elegir un día, que es el primer miércoles de cada mes, para reunirnos. Solo acude gente que haya estado o esté ligada al fútbol. Es muy bonito porque hablamos todos el mismo idioma. Con los años, además, ha aumentado la confianza y la relación es muy buena, llena de bromas. Nos metemos mucho unos con otros... Mientras estás jugando haces una pseudo amistad, pero desaparece porque ya no te vuelves a ver. Poder juntarnos otra vez y hablar el mismo idioma, pese a ser cada uno de nuestra padre y nuestra madre, es muy bonito.

--¿Quiere decir que el fútbol une a gente diversa de la sociedad?

--En nuestros tiempos se ganaba dinero en relación a otras profesiones, no como ahora. No ganábamos dinero para retirarnos, solo para vivir bien mientras jugabas. Luego salíamos engañados. Cuando acababa el fútbol, muchos no tenían una profesión ni el dinero suficiente para vivir. Si no lo organizabas bien, había más de un drama.

--¿Dónde empezó a jugar?

--Yo nací en Extremadura, pero me crié en Madrid, donde fui a vivir a los tres meses. Allí empecé a jugar. Me avisó mi hermano de que estaban haciendo pruebas en el Plus Ultra, un filial del Madrid, y fui. Para mi época yo era muy alto, así que fui allí y me cogieron, yo creo que por la altura más que nada.

--¿Quiere decir que no tenía la intención de dedicarse al fútbol?

--Yo en Madrid estaba estudiando. El fútbol lo tenía como una cosa más. Cuando llegué a los 18 años yo pensaba hacer una carrera universitaria, me encantaba Químicas. Pero el entenador me dijo: "Oiga, que usted se puede dedicar al fútbol". Entonces le expliqué a mi padre lo que me habían dicho y fue bastante comprensivo, algo poco común en esa época: "Si puedes hacer las dos cosas, adelante", me dijo. Eso hice, aunque el fútbol lo vivía como una cosa secundaria. Creamos un equipo tan bonito que nos convertimos en el sparring perfecto del Madrid, del Atlético, de la selección...

--¿Llegó a jugar en el Madrid?

--A los 21 años fiché por el Madrid. Estaba Miguel Muñoz de entrenador. Yo era lento de arrancada y en la última prueba me pusieron enfrente a Gento, que era muy rápido pero no tenía ni idea de jugar de delantero centro. Muñoz decidió que me ficharan. Yo tenía un gran defecto: que no daba patadas. Y cuando el Madrid pensó en fichar a De Felipe, que estaba en el Rayo, me tuve que ir. Estaba haciendo milicias y me avisó mi padre de que me quería el Valladolid. Era un club que me gustaba y allí me fui, pero no lo pasé bien. Había un nivel bajo y, encima, me costó dos años acabar la carrera. Al final hice aparejador.

--¿Cuándo le cambió la vida?

--En mayo del segundo año me dijo el entrenador ayudante que le había dicho la directiva que de allí no se iba nadie. Era por mí todo, porque en el Valladolid yo era una figura. Le constesté: "Diles que no solo no me voy, sino que no vuelvo. Y que si tengo que retirame del fútbol, me retiro". El 1 de mayo me volví a Madrid y justo recibí la llamada para fichar por el Zaragoza.

--Al Zaragoza de entonces no se le decía que no.

--No era cualquier equipo. Era un Zaragoza campeón de Copa, y con los Magníficos. Aquí se venía con los ojos cerrados. El 3 de mayo llegué a esta ciudad y firmé. Zaragoza fue el Edén para mí. Así que terminé la carrera el 20 de mayo y cuando volví en agosto me puse a trabajar.

--Era un Zaragoza en un momento de cambio.

--Sí. En ese tiempo, el 15 de mayo pasó una cosa importante. El Europa, de Tercera, eliminó al Zaragoza campeón. Waldo Marco, que me había firmado, se fue. Y entró Alfonso Usón. A Paco Santamaría lo habían apartado del equipo por unos problemas que hubo en el parador de La Arruzafa. A Isasi también. Aunque Santamaría se movió bien, pidió perdón y pronto volvió a jugar. Era normal. Santamaría era un jugador como la copa de un pino.

--¿Por qué no llegó a ser un futbolista importante?

--Yo jugué mis partidos, e incluso el Granada me quiso firmar. El presidente habló con ellos y llegó a un acuerdo sin decirme nada. Yo luego les pedí un dinero, pero no llegamos a un acuerdo. No quería moverme de Zaragoza, donde, además, ya estaba trabajando, aunque eso fuera algo secundario. Entonces le dije a Usón que cien mil pesetas tenían la culpa de que no me fuera. "No te preocupes, nos eres válido aquí", me dijo.

--¿No fue así?

--Yo lo consideré todo normal, e incluso empecé fuerte ese año para hacerme con el puesto de titular. A los 15 días, una persona que estaba en la directiva y era tío de mi mujer aunque nadie lo sabía, me hizo una confidencia: "Le he oído al presidente decirle a Rial que no cuente contigo en todo la temporada".

--¿Acertó?

--Sí, por no haber querido fichar por el Granada. Rial, en un momento dado, quiso darme unas explicaciones, pero le dije que no se las consentía. Si él tenía la conciencia tranquila, allá él. Yo, en ese momento, tenía una obra con más de 200 trabajadores y le dije que sabía ser leal con mi gente desde esa posición y que tenía la conciencia muy tranquila. Con 27 años decidí retirarme del fútbol.

--¿Hasta cuándo aguantó?

--A mí me tentaba el fútbol y me fui a hablar con Endeiza, que era presidente del Calvo Sotelo Andorra, que luego sería el Endesa, y le dije que me podía fichar. Solo le puse la condición de jugar como amateur. Es decir, primero el trabajo y luego el fútbol. Él se pensó que, si quería ir allí, sería porque estaba lesionado. Pero no. Estuve tres temporadas en Andorra, hasta que me lesioné de verdad. Me rompí el tendón de Aquiles.

--¿Su vida ya estaba organizada en torno al trabajo?

--Con un compañero de curso montamos una empresa de estructuras en el 73. Luego nos metimos en promoción. Cogimos años buenos, teníamos una gran relación e hicimos las cosas bien. Tengo la conciencia tranquila. Así se hizo mi vida en Zaragoza, desde que a los 27 años le planteé a Teresa, mi mujer, si nos volvíamos a Madrid, donde los dos teníamos a la familia. "En Zaragoza estoy muy bien", me dijo sin dudar. No se habló más.

--¿Nunca se marchó?

--No. Cincuenta años va a hacer desde que llegué.

--¿Fue de los que no le solucionó la vida el fútbol?

--En aquellos tiempos, cuando montamos la empresa, había que trabajar 24 horas diarias. Parece una barbaridad, pero era así. Claro que mantuve contacto con gente del fútbol, aunque era una relación más de conocidos que de amistad. No había un nexo de unión. Yo jugué también con los veteranos, así que cuando hice la obra del local donde nos reunimos, decidí guardarlo.

--¿Desde cuándo se reúnen?

--Haciendo las comidas llevamos desde el año 2000. Es muy bonito. Hay gente que se sacrifica, como Manolo Villanova, para ir a comprar y hacer la comida.

--¿Es presente o pasado?

--Tengo recuerdos muy bonitos, del equipo, de la ciudad, de los amigos. Le tengo un cariño enorme a Zaragoza. Soy nacido extremeño y criado en Madrid, pero los amigos me llaman extremaño.

--¿Cuánto coincidió con los Magníficos?

--Llegué a jugar con todos. Mi debut fue contra el Barcelona en septiembre del 67. Ganamos 3-2, con dos goles de Canario. Digo una cosa: la gente del fútbol de nuestro tiempo es gente buena.

--¿El fútbol de ahora no es igual?

--Cuando yo llegué a Zaragoza no solo había calidad humana, sino intelectual. Había gente preparada y el que no estaba a la altura, la cogía rápido.

--Aquellos eran futbolistas con personalidad, además.

--Cuando llegué, vine un poco asustado de estar con los Magníficos, pero el día que te pones a pelotear, cambia todo. Enseguida te das cuenta de que no son superhombres, que además son buenas personas. Hice una amistad muy grande con Carlos Lapetra. Yo entonces tenía la oficina en Independencia 24, donde él también tenía algo, y nos juntábamos a menudo. Era una maravilla pelotear con él. Yo tocaba bien el balón, al pie. Ya digo que era un central atípico para entonces, aunque a la larga era mejor pegar patadas.

--¿Lapetra era el mejor?

--Sin duda. Lapetra era el mejor. Siempre estaba solo para recibir. No sé cómo lo hacía, pero siempre te acompañaba.

--Llegó cuando habían pasado los mejores momentos. En la 67-68 aún fueron quintos en la Liga, pero con malas actuaciones en la Copa y en la Ferias. ¿Percibió el principio de la decadencia de los Magníficos?

--No te das cuenta. En el campo lo que se veía era un gran equipo. No eran solo los cinco, eran todos. Había un gran nivel.

--¿Sigue al Zaragoza?

--El fútbol me sigue gustando y los veteranos podemos hacer una labor. Hay veces que me han dicho que, por haber jugado a fútbol, no tenemos por qué enteder. Y tienen toda la razón. Pero, bueno, muchos de los que están dentro no han pisado el césped en su vida. Y luego, además, ha habido algunos que hemos llevado empresas... Quiero decir que tontos no somos. Me gusta poder hacer algo por mis compañeros, ser un apoyo moral.

--Ya es un nexo de unión.

--Para mí haber conseguido que se instauren estas reuniones es muy bonito. Hablamos poco de fútbol, aunque no lo parezca. Siempre estamos de cachondeo. Un día se habló de política y dije que no se volvía a hablar más.

--¿Qué tienen que enseñar?

--Cuando estuvo Eduardo Bandrés, me decía que le podíamos enseñar mucho. Le dije que este negocio se movía en 10 centímetros, o la distancia entre que el balón vaya dentro y fuera. Si entra, serás bueno. Si no, malo.

--¿En sus reuniones hay más buenos que malos, entonces?

--Cada uno somos de un padre y una madre. Somos muy distintos, pero nos llevamos bien, nos queremos, nos gastamos bromas... algunas muy pesadas (risas). A mí me recuerdan cada dos por tres un gol que metí en propia contra el Pontevedra. Pero el otro día descubrimos en un recorte que Reija también se había marcado uno y nos faltó tiempo para decírselo. Él lo niega, claro, pero nosotros le tomamos el pelo. En fin, la relación es muy bonita. Esto me quedará para siempre. Pienso llenar toda la pared de fotos con toda la gente que pasa por aquí.

--¿Hablan del Zaragoza de ahora?

--Sí (suspira). Bueno... Lo que pasa es que nosotros siempre tendemos a defender a los jugadores, por algo lo hemos sido nosotros. Desde fuera es fácil criticar, ya se sabe...