Es habitual verle opinar sobre África, el ébola, o la última decisión del Fondo Monetario Internacional. Y no solo en las redes sociales, sino en cualquier entrevista, debate o charla a la que le inviten. Sitapha Savané es un jugador comprometido, tan incansable para intentar explicar la compleja y extensa realidad africana a quien quiera escucharle como para jugar al baloncesto. Lleva 12 años en la Liga Endesa y, tras brillar en Gran Canaria --donde, además, puso en marcha su fundación Canaria Yakaar--, disfruta ahora, con 36 años, de una nueva e inacabable juventud en Badalona, donde suma 9,8 puntos y 3,5 rebotes por partido.

El baloncesto llegó tarde a su vida, mucho más que la política. Sus padres, Landing y Marie-Angélique, se conocieron en el mayo francés de 1968, cuando soñaban que bajo los adoquines estaba la playa, él político siempre, encarcelado en varias ocasiones, ministro de Senegal, candidato a presidente, ella socióloga, feminista y alta funcionaria de la ONU. Así que el pequeño Sitapha siempre tuvo conciencia política. De niño jugaba al fútbol como su ídolo Platini y, antes de patear el balón, hablaba a sus amigos sobre la actualidad del país. Tenía ocho años.

Practicaba tenis, voleibol, judo, mucho fútbol y nada de baloncesto, no le gustaba. Se fijó en el deporte de la canasta en 1992, cuando vio al Dream Team estadounidense en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Cinco años después abandonó su Dakar natal para estudiar y jugar en Estados Unidos con una beca para la que intercedió el expresidente Jimmy Carter, amigo de su madre. Hasta Sports Illustrated se fijó en él, motivo por el que Bill Clinton le envió una carta de felicitación. Tras formarse en Estados Unidos dio el salto a España, siempre a las islas. Primero Menorca, luego Tenerife, posteriormente Las Palmas y, después de ocho años de amarillo, Savané sigue luchando por África. Y jugando al baloncesto.