Apagado el clásico, con ese frustrante final firmado por Ramos que silenció el Camp Nou, el Barça continúa buscando argumentos para levantarse. No hay manera de hacerlo en este último mes, donde la derrota en el campo del City abrió una crisis poco clásica para el equipo de Luis Enrique. Poco clásico resulta, por ejemplo, que una delantera formada por Messi, el mejor del mundo, Luis Suárez, el mejor nueve del mundo, y Neymar, considerado como el heredero al trono de Leo, se haya estancado. No chuta ahora el tridente. No es una expresión, es algo literal. Chuta poco y sin mucha puntería, como retratan los cinco últimos partidos. Apenas cinco goles (dos de ellos a balón parado: el penalti de Messi en Glasgow y el cabezazo de Suárez al Madrid) en los últimos 450 minutos simbolizan ese inusual declive ofensivo azulgrana.

CHARLA DE LUIS ENRIQUE

Es el Barça de Luis Enrique un equipo pensado por y para el tridente. Y si el tridente no anda fino, es normal que lo acuse, porque toda su estructura está organizada (con o sin Iniesta) para que los delanteros expresen su talento. Con el capitán todo es mucho más fácil y, sobre todo, mucho más fluido, Con él sobre el césped, el equipo redescubrió viejas sensaciones. Solo faltaba mirar el rostro de Busquets, que ofreció sus mejores minutos del curso, o del propio Messi. Sin Iniesta, la vida resulta mucho más dura, incluso para las tres estrellas.

Hasta Luis Enrique, que se reunió ayer con la plantilla para analizar el empate con el Madrid y preparar el inminente el duelo europeo de mañana con el Borussia, admitió ese problema. «Tuvimos dos claras ocasiones de Ney y Leo para cerrar el partido», dijo el técnico con la boca pequeña. No cerró la puerta del clásico y Ramos, tras la imprudente falta de Arda y la mala defensa azulgrana en la acción a balón parado, se coló en la casa de Ter Stegen. Pero esa última jugada acción no habría tenido incidencia alguna si el Barça hubiera resuelto antes. «Debemos mejorar en efectividad», subrayó Luis Enrique.

SIN CONTROL EN LAS ÁREAS

Por una razón u otra, el equipo no solo ha perdido contundencia, sino que también remata menos. No domina las áreas (ni la rival ni la suya) como solía en esa evolución táctica que había impulsado Luis Enrique. Tampoco resulta nada casual que en esta irregular racha que lleva desde la derrota en Inglaterra ante el City haya sido incapaz de cerrar su portería. Siete partidos, dos victorias (Sevilla y Celtic), cuatro empates y la caída ante el conjunto de Guardiola que abrió el camino de la irregularidad. Una ruta a la que todavía no halla salida. En solo dos encuentro se mantuvo Ter Stegen imbatido, demostrando que esa crisis de juego no solo se concentra en la falta de puntería y, por lo tanto de eficacia, sino que es de solvencia defensiva. El Barça, atrás, se ha visto sacudido por las lesiones.

No hay central que no haya pasado por la enfermería. Pero más allá de esos problemas estructurales, que se han hecho todavía más evidentes con la ausencia de Andrés Iniesta, el Barcelona ha perdido, aunque parezca mentira decirlo, gol.